Lucha de clases
14 de Septiembre de 2010 | Agustín Alcalá
A primera vista, el nuevo y soporífero Despacho Oval de Barack Obama no se parece en nada a un cuadrilátero de lucha libre ni el presidente, por su pinta, tiene la estampa para colocarse unos pantalones apretados, mostrar su paquete de músculos y con sus llaves maestras vencer a sus oponentes.
Y, sin embargo, Obama cree que este momento está envuelto en una pelea de lucha libre, cuerpo a cuerpo, ligero de ropa y cargado de razones por quitar a los ricos los beneficios fiscales que les otorgó George Bush y que el resto de los estadounidenses no han visto.
A no ser, claro, que se pasen por las casas de Greenwich, en Connecticut, la ciudad donde residen la mayoría de los multimillonarios de Wall Street y donde se pueden ver viviendas con cuatro garajes, pista de hockey sobre hielo y mansiones con piscina interior… para el servicio.
El presidente quiere acabar con los recortes fiscales que regaló su antecesor a las familias que ganan más de 250.000 dólares y a los solteros que perciben más de 200.000. Ambas cifras que marcan aquí el nivel de riqueza.
Si se gana más de 200.000 se es rico y quien no llega a este número pertenece a la clase media. Los republicanos acusan a la Casa Blanca de provocar una lucha de clases y se quejan de que subir los impuestos en este momento a cualquier norteamericano, aunque sean los más favorecidos, no es la mejor receta para superar la actual crisis económica.
Obama contraataca afirmando que la economía nacional no se puede permitir el lujo de conceder a los ricos 70.000 millones de dólares en ahorros fiscales cada año y durante la próxima década y que tienen que pagar como los demás.
Especialmente porque el dinero que se han ahorrado no lo han utilizado en crear empresas y riqueza para el resto de los norteamericanos. Sino para construirse viviendas más grandes, comprarse coches más rápidos y marcharse de vacaciones a lugares más lejanos.
El problema para el presidente es que se encuentra con unos conservadores envalentonados por las encuestas que anticipan que el Partido Republicano ganará en las elecciones del 2 de noviembre y con unos políticos demócratas temerosos de subir los impuestos. Aunque sea a los que más tienen.
Y por eso su decisión de saltar a la lona a pelear en esta lucha cuerpo a cuerpo con sus rivales políticos por un asunto que considera vital para la nación y también para su supervivencia política.
El presidente está empeñado en defender sus ideas y no ceder en una nación en la que la palabra impuestos quita y pone presidentes y en la que la lucha de clases es vista como algo propio de una nación europea socialista
Y en esta pelea, en pantalón corto y exhibiendo músculos en el cuadrilátero, se juegan el país y él mismo mucho.
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