Los tambores del otoño
Al día siguiente de las elecciones generales, cambiaremos de estación porque será invierno. Y al otro, martes, el sorteo de la lotería de Navidad; y dos días después, Nochebuena. Pero hasta el 20 de diciembre, aunque el frío vaya aumentado de manera paulatina, parece, se oirá el redoble de los tambores y tamboriles electorales de cada uno de los partidos, hoy ya ensordecedor: entrevistas serias, entrevistas friquis, pretendidos debates, coloquios a dos bandas, a tres, apariciones en programas de entretenimiento, apariciones en programas de información, vídeos virales y paranormales, plataformas de apoyo, editoriales de periódicos en un sentido, en otro o en varios. Será pesado, cargante incluso, pero es la democracia, que exige derecho a la información y, más que nunca, antes de unas elecciones tan importantes como las generales de este año. La clave está en la calidad de los contenidos, y también en dónde se coloca el límite entre la información digerible y la indigesta. Es una reflexión liviana, casi de café literario, pero que convendría y ayudaría a programadores de medios y a responsables de campañas. Porque olvidada la sutileza, repercutido el tono general en un cierto desprecio a la ciudadanía, siempre es adecuado analizar la velocidad, la intensidad y el último punto de frenada. Suena a antiguo, pero como sigan haciendo encuestas con asignaciones de escaños de manera tan chapucera, más de uno se va a quedar sin trabajo.
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