Los peores días de Cameron
El Gobierno ha sido derrotado en las municipales del Reino Unido y, además, la ajustada victoria conservadora en Londres refuerza al posible sucesor del primer ministro.
Los londinenses le llaman por su nombre de pila: simplemente Boris. Se llama Boris Johnson, tiene 47 años y su excentricidad y su carisma han logrado que esta gran ciudad, multicultural y tradicionalmente laborista, vote tory por segunda vez consecutiva. Periodista reciclado en político y firme euroescéptico, llegó al poder en 2008 y el pasado jueves fue relegido alcalde de Londres, derrotando en el camino por un escaso margen del 3% a otro peso pesado: el laborista Ken Livingstone, alcalde entre 2000 y 2008. Tras cuatro años al frente de la ciudad del Támesis, los londinenses han bautizado con el nombre del despeinado Boris todos sus proyectos. Las bicicletas de alquiler que puso en marcha el año pasado se llaman ya Boris Bike, el nuevo autobús Routemaster ecológico de dos pisos es el Boris Bus y el aeropuerto que ha propuesto construir en una isla en la desembocadura del Támesis es conocido antes de existir como Boris Island.
Por cuatro años más, el excéntrico tory tendrá que gestionar el maltrecho metro de Londres y será además el responsable de todo el transporte, de las actuaciones policiales en la ciudad, de su vida cultural y del medio ambiente. En su campaña, el político conservador ha prometido crear unos 200.000 puestos de trabajo, si bien reconoce que es una misión difícil teniendo en cuenta que el país está en recesión. Además, quiere convencer al Gobierno central de que invierta más en Londres, teniendo en cuenta que la ciudad genera más Producto Interior Bruto (PIB) que el que recibe.
“Lo más sorprendente de esta campaña ha sido que la violencia que sufrió Londres este verano se ha esfumado del debate y no le ha perjudicado. Boris ha logrado que los disturbios ni se mencionen. Ha conseguido que cale el mensaje de que esos jóvenes estaban quemando y destruyendo por diversión y no por descontento social”, comenta Patrick Dunleavy, profesor de Ciencia Política de la London School of Economics. Los dos aspirantes, Ken y Boris, construyeron el sueño olímpico, cada uno en su tiempo de gobierno. Si en 2005, con Livingstone en la alcaldía, Londres consiguió adjudicarse los Juegos, desde 2008 Johnson ha perfilado cómo será la ciudad que se presentará al mundo este verano. Pero, a menos de 80 días de su inauguración, los londinenses han decidido que solo Boris mande durante su celebración. Poco puede influir ya el nuevo alcalde en los Juegos. El estadio olímpico está terminado hace meses y cada detalle ya ha sido pensado. Eso sí, ahora Johnson asumirá las consecuencias políticas del éxito o el fracaso. Será para él un gran escaparate al mundo que, según sus planes, quizá un día le vuelva a ver en los telediarios, pero como primer ministro. Los dos puntos débiles identificados por los medios son la escasez de agua y un posible colapso del transporte público. Si normalmente el transporte de Londres ve pasar a 25 millones de viajeros al día, tres millones de turistas más se insertarán en este flujo durante los Juegos.
El talón de Aquiles.
Inglaterra sufre su mayor sequía desde 1976 (ver sección ‘Medio ambiente’ en página 77) y el Gobierno está preocupado por si el nivel de agua en los pantanos y los lagos donde se disputarán algunas de las pruebas será suficiente. Se prevé que su consumo suba un 5% en la ciudad durante el verano. El segundo y más preocupante punto débil de los inminentes Juegos es el transporte. El metro de Londres vive ya al límite de sus posibilidades y, aunque los londinenses llevan dos años sufriendo cierres de líneas cada semana con el fin de hacer más eficiente el transporte, a dos meses de la celebración nada indica que la ciudad pueda contar con un transporte a la altura. El medio menos fiable a día de hoy es el metro, que es el más antiguo del mundo y se nota.
Ken Livingstone no ha logrado reconquistar el corazón de los londinenses pero se ha quedado cerca. Conocido como un londinense enamorado su ciudad, muchos dentro de su partido le veían ya demasiado viejo para ganar. En sus tiempos le llamaban Red Ken (Ken, el Rojo). Provocador y contestatario, conquistó por primera vez la alcaldía en el 2000 y lo hizo como independiente, ya que fue expulsado del Partido Laborista por oponerse a su candidato oficial. En 2004, readmitido por la formación, revalidó el cargo, que perdió en 2008 y ha vuelto a perder en 2012 frente a su histriónico rival tory. En esa primera etapa, Livingstone acaparó titulares al rechazar la invitación de boda del príncipe Carlos y Diana e invitar al consistorio a los líderes del Sinn Fein (el antiguo brazo político del IRA). Los londinenses aún recuerdan las pancartas que colocaba en el Ayuntamiento, situado entonces frente al Parlamento, para recordar a la Dama de Hierro las cifras de paro en la capital. Tras la derrota, Livingstone ha anunciado que abandonará la primera línea de la política y pasará “más tiempo con los suyos”.
Un examen crucial.
Aunque la mirada internacional está puesta principalmente en la capital británica, si estos comicios son tan importantes no es solo porque han puesto cara al alcalde que presidirá los Juegos. Aún falta mucho para las próximas elecciones generales, que se han de celebrar en 2015, pero esta reválida tiene ya un ojo puesto en ellas. En total, 4.700 cargos han sido relegidos en los consejos municipales de Inglaterra, Gales y Escocia y la ocasión ha supuesto un examen crucial para el Gobierno de coalición de David Cameron, que ha salido penalizado. Las urnas también han testado el músculo del líder de la oposición, el laborista Ed Milliband, que ha ganado en toda la nación 823 consejeros, mientras los tories han perdido 405. El Partido Liberal Demócrata, que gobierna en coalición con Cameron, también ha sido penalizado por rubricar los recortes del Gobierno y sostener su política en la coalición, y ha perdido 336 escaños en los parlamentos locales. De cara a la batalla electoral en las generales de 2015, a nivel nacional los laboristas han logrado el 38% de los votos; los conservadores, el 31%; y los liberal-demócratas, el 16%. Un mal resultado para los conservadores, que en las generales de 2010 obtuvieron el 36%, frente al 29% de los laboristas y el 23% de los liberal-demócratas.
Tras casi dos años en el Gobierno, la coalición que encabeza David Cameron muestra inquietantes signos de fatiga y pérdida de control de la agenda política. La bajada del tipo máximo del IRPF, del 50% al 45%, y del impuesto de sociedades en los últimos presupuestos ha amplificado su imagen de Gobierno amigo de los ricos, y la cercanía del ministro de Cultura y del propio Cameron a los Murdoch refuerza la percepción de que gobierna para sus amigos. “Hoy es uno de los días más felices para Milliband. Los logros de su partido en Gales y en el sur de Inglaterra, en lugares como Thurrock y Southampton, terminan con el malestar del Sur hacia los laboristas”, comentaba el 4 de mayo un analista político de la BBC.
David Cameron confía en que la victoria de Johnson ayude a compensar el varapalo de su partido en estos comicios. Sin embargo, Anthony Travers, especialista en gobiernos locales de la London School of Economics, asegura que, en un contexto político desfavorable para el Gobierno conservador, “la victoria en Londres es la de la fuerte personalidad de Boris y no la de su partido”.
Elecciones en 16 idiomas.
Esta verdad incómoda perseguirá a Cameron en los próximos años, pues sabe que quien hoy le ha permitido mantener la estratégica alcaldía en el bando tory tiene muchas posibilidades de hacerle sombra como líder conservador en un futuro próximo. “Johnson aspira a entrar en el 10 de Downing Street [sede del Gobierno] y tiene muchas posibilidades”, asegura Travers. En una ciudad de 7,5 millones de habitantes, donde más de tres millones de los potenciales votantes no nacieron en el Reino Unido, el pasado 3 de mayo Londres votó por su alcalde en 16 idiomas. En los colegios electorales se repartía información en todas las lenguas para evitar la gran cantidad de votos nulos registrados en anteriores elecciones por la falta de comprensión de las normas por parte del electorado. Si en España lo tradicional es votar en domingo, en el Reino Unido suele suceder los jueves. El origen de la elección de este día es porque los jornaleros cobraban el viernes. Instaurando el día de votación, el Gobierno se aseguraba de que el electorado no estuviera demasiado borracho para votar.
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