Los bebés de la crisis
Aunque la tendencia es a retrasar la decisión de tener el primer hijo, muchos aprovechan el momento convulso para concebir
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Esther Campos, con su hija.
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Menos embarazos y más precarios. La crisis merma el índice de natalidad. En España, donde la fecundidad había experimentado un ligero repunte desde 2000, ésta bajó en 2009 y 2010, introduciendo así un cambio de tendencia.
También lo habían hecho las crisis de 1979, 1981 y 1993, pero entonces era más difícil disociar el descenso por la economía y por otros factores (más libertad, desvinculación de sexo y reproducción…). En esta crisis global el descenso también lo es. Así, la fecundidad no sólo ha caído en España sino en 12 países más de la UE 27 y en EE UU. “En otros, como Alemania, Suecia o Suiza, sigue creciendo, lo que demuestra que la crisis pesa menos si el estado de bienestar está más asentado y el desempleo es menor”, puntualiza Teresa Castro, demógrafa del CSIC.
En busca de estabilidad
Para Castro, dos factores incentivan ir a por el primer hijo: tener trabajo y que sea estable. “El matrimonio y el trabajo para toda la vida ya no son requisitos indispensables, pero sí una cierta estabilidad laboral”. Por tanto, el retraso es evidente en esta crisis, que afecta más a los jóvenes.
Como ella, Lina Gálvez, profesora del departamento de Economía de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla, no cree que medidas como el cheque bebé sirvan para mejorar la fecundidad o la igualdad: “Lo cobra igual una notaria que una empleada de la limpieza, y hay estudios según los cuales la mayor parte de esos 2.000 se invirtió en electrodomésticos”. Para Gálvez, las medidas que ayudan son las que mejoran la conciliación, como la inversión en escuelas infantiles.
O la mejora de los horarios. “En España nos vamos tres horas más tarde de la oficina que en otros países europeos, y a la vez estamos a la cola en productividad, según Eurostat”, señala Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional de la Racionalización de los Horarios Españoles. Para él, la crisis es el momento de optimizar los recursos y aumentar el tiempo que los padres pasan por sus hijos.
Pero las empresas no están por la labor. Muchas, por el contrario, pueden aprovechar para sacar partido del miedo a perder el trabajo: “No se puede echar a una mujer embarazada, pero puede no renovársele el contrato, o, si es por obra y servicio, decirle que ya ha terminado… hay muchas formas de no seguir contando con ella sin tener que despedirla”, apunta Gálvez.
Aunque no consta que las mujeres renuncien a su baja de maternidad por ese miedo, para Gálvez la renuncia es previa: “Sólo hay dos tipos de mujeres que se enfrentan hoy a la maternidad, las que tienen un empleo estable y las que asumen la división de roles tradicional”. A su vez, apunta otro tercer tipo: “Puede haber otras que, al no encontrar oportunidades de trabajo acordes a su formación, se desanimen y aprovechen para ser madres, pero estadísticamente no es apreciable”.
Belén Varela. 34 años. Barcelona
Cuando los obstáculos no detienen
Belén trabajaba de educadora social especializada en igualdad entre hombres y mujeres en un ayuntamiento. “Tocaron recortes y decidieron no renovar contratos, sin otras consideraciones”. Ya en el paro se empezó a mover, buscando empleo en otro ayuntamiento… “pero no salió”. Así que se sentó con su pareja y se plantearon ser padres: “Por un lado nos sentíamos preparados e ilusionados, y por otro veíamos que el momento no era el ideal, por mi situación, y por la crisis en general, que no pintaba un futuro muy optimista, pero tuvimos más en cuenta nuestro momento que la coyuntura económica y social”.
Hoy está embarazada de 31 semanas y, aunque el contrato de su pareja expira en junio, no percibe preocupación en su entorno: “Me dicen ‘Aprovecha y estáte tranquila, que es bueno para el bebé’. Si están inquietos lo disimulan bien”.
Sin planes a largo plazo
A medida que el embarazo fue haciéndose más evidente, dejó de buscar trabajo. Hoy se lo toma con calma, y también aspira a disfrutar de los primeros seis meses de vida de su hijo. Luego intentará volver a trabajar de lo suyo, “aunque esté complicado, pues el Ministerio de Igualdad es el primero que se cargaron con la crisis…”, o de algo relacionado: educación para el desarrollo… Pero le agobia pensarlo. “Plantearme ahora mi vida dentro de un año me da cierto vértigo”.
Por de pronto, toca acabar las obras en casa, y aprovisionarse sin pasarse con el presupuesto: “Ya tenemos el carrito, que es prestado, y también nos dejarán el moisés y mucha ropa, por lo que las compras serán mínimas… y además estoy buscando una tienda de ropa de bebé de segunda mano”.
Su hijo nacerá en noviembre, y a Belén no le desasosiega el mundo en que le tocará vivir: “A cada generación le corresponde su situación y su contexto social, y yo sólo aspiro a que sea capaz de adaptarse y de luchar por ser mejor”.
Mar Salord, 34 años, Lleida
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Mar Salord
34 años. Lleida
Un parón de tres años y un negocio para cubrir gastos
La crisis pilló a Mar recién casada. La consultora financiera en la que trabajaba cerró, y entonces decidió quedarse embarazada. Hoy tiene dos niñas, Julia (2 años y 4 meses) y Mia (10 meses): “Vi bien tomar un parón de tres años en mi vida para ser madre”. Sin embargo, el parón no es completo, y en su casa ha montado un showroom de ropa de cama para bebés, convirtiéndose en una especie de representante en Lleida de Baby Shower, la empresa de dos amigas de Barcelona.
Pero Mar no se ve de ama de casa: “Llega un momento en que no salgo del mundo infantil… y me gustaría volver a mi sector, que me encanta”. De paso, aprovecha para estudiar Ciencias Políticas.
Reconoce que se ha podido permitir su actual situación por el trabajo de su marido, que trabaja en una empresa familiar, lo que les da estabilidad. Su idea era tener tres hijos, pero de momento van a esperar. “Un tercero con sólo un sueldo… Aunque si antes de tener hijos te pones a hacer números nunca es el momento”. ¿Sus trucos para ahorrar? Prescindir de calienta biberones o buscar leches más baratas que las que suelen recomendarse por defecto.
Ana Marta de Catalina, de 34 años, Barcelona
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Ana Marta de Catalina
34 años. Madrid
El proyecto que surgió de una necesidad inesperada
Ana Marta trabaja en una biblioteca, pero está excedencia por cuidado de hijos. Precisamente fue cuando tuvo a su primera hija, Ana (3), cuando le surgió una idea de negocio. “No teníamos ascensor, y el carrito se convirtió en un trasto… así que empecé a interesarme en portabebés ergonómicos, pero descubrí que en España no eran tan fáciles de encontrar”. Por ello, y por el interés de otras madres, decidió crear De algodón, donde se ofrecen distintos portabebés que occidentalizan la costumbre de llevar a los niños sujetos con una tela alrededor del cuerpo.
Aunque en principio trabajaba en casa, el proyecto prosperó y hoy tiene incluso oficina. De hecho, tiene hasta planes de fabricación… pero no por ello piensa en dejar su empleo: “Hoy por hoy, no están las cosas como para renunciar a una plaza segura, así que volveré”.
En cuanto a los secretos de una maternidad austera apunta: “Ana e Inés (1 año) nacieron en la misma temporada, lo que me permitió reutilizar gran parte de la ropa… y hay muchas cosas que compras y no usas y puedes vender por internet: sillas para meter al niño en el agua, bañeras con patas, esterilizadores de biberones…”.
María
39 años. Madrid
Pequeñas renuncias en derechos laborales
María (nombre ficticio) trabajaba en un colegio como interina cuando nació su segundo hijo, y aunque con la primera había disfrutado de cinco meses de baja entre la maternidad y la lactancia, esta vez le pidieron que se reincorporara al cuarto mes.
“Así que empecé a darle leche artificial con tres meses, para evitar alergias, y con cuatro meses le llevamos a la escuela infantil”. Su hija mayor había ido con ocho meses y no había tenido ningún problema, pero el pequeño “estuvo ingresado la mayor parte del tiempo”. Llevaba un mes en la escuela infantil cuando le diagnosticaron bronquiolitis.
María, que casi terminó arrepintiéndose de su decisión, asegura que no recibió ninguna presión: “No volví antes por miedo a perder mi trabajo, me lo pidieron como un favor y así lo hice, porque ellos estaban siendo flexibles con mis horarios”. Además, concluye: “No somos mucho personal en plantilla y una ausencia puede suponer un gran follón de trabajo después. Cada uno de nosotros no es imprescindible, pero casi”.
Esther Campos
30 años. Alcázar de San Juan
El despido que sirve para ir a por el segundo
Esther llevaba nueve años en la misma empresa, pero en abril, tras una baja por una operación de espalda, decidieron despedirla. Y ella decidió darle un hermanito a Claudia (3). Embarazada de cuatro meses, ha pasado a ser “madre a tiempo completo” y ha dejado de llegar a casa “irritada y cansada, con los problemas del trabajo”. También los horarios han dejado de ser tan estrictos: “a las ocho, baño, a las nueve, cena…”.
Desde mayo tiene dos años de paro completos, por lo que no se agobia. Pero también tiene claro que quiere volver a trabajar: “Necesitas actividad fuera de casa, aunque sea a media jornada, porque dedicarte en exclusiva a ser madre reduce tu vida social prácticamente a tu marido y tus hijos, y cuando estos crecen ya no es lo mismo…”
Precisamente con Claudia pidió reducción de jornada: “La empresa solía fomentar la conciliación, pero con la crisis ha habido un retroceso”. De hecho, asegura que se le presionó para renunciar a la jornada reducida después de un año, con argumentos del tipo: “Es que contigo sólo podemos contar cuatro horas, así que este trabajo mejor que lo haga otra persona…”.
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