Libros 1965
Las olas del destino.
Sarah Lark. Ediciones B. 21 euros.
La segunda novela de la serie caribeña de esta autora alemana afincada en Almería narra las andanzas en el siglo XVIII de Deirdre, hija de una inglesa y de un esclavo. Su boda con el joven médico Victor Dufresne tan solo es el inicio de una gran aventura.
La sonrisa de Mandela
John Carlin. Debate. 15,90 euros
En su anterior libro sobre Nelson Mandela, El factor humano (en el que se basó la película Invictus), John Carlin reflejó el carisma del líder sudafricano. Con este retrato del periodo entre 1990 y 1994 –en que Mandela pasó de ser el preso político más importante a presidir su nación– Carlin completa el perfil biográfico y humano de alguien a quien conoció en virtud de su trabajo como corresponsal. Alguien en quien creyó y a quien admiró. Alguien que le convenció de que es posible “un liderazgo noble e inteligente”. Más que un panegírico, estamos ante un relato ponderado y riguroso. Pero resulta inevitable que la magia de Madiba se adueñe de muchas escenas.
Karl Marx
Jonathan Sperber. Galaxia Gutenberg. 29,90 euros
Lo nuevo de esta biografía de Marx es el intento –bien logrado– de llevarlo a su verdadera época. Lo deja patente el autor, profesor de Historia, en el subtítulo: “Una vida decimonónica”. Así, en estas páginas de estilo admirable no estamos ante un inculpado por la paternidad de regímenes atroces o de ideologías totalitarias, o ante el visionario de la modernidad, sino ante un hijo de la revolución francesa, coetáneo del capitalismo del ochocientos (distinto del actual) y de la marea revolucionaria en la que evolucionó su pensamiento. Un pensamiento relevante y una figura fascinante que hallan aquí una síntesis precisa y una semblanza soberbia.
CSI: Kennedy
José Cabrera. Ediciones Atlantis. 15 euros
En esta última entrega de su colección sobre muertes de famosos, el psiquiatra y forense José Cabrera aclara varias de las incógnitas abiertas a raíz del asesinato de John F. Kennedy. Alejándose de teorías conspirativas, recurre a documentos oficiales –la autopsia del presidente, informes de las comisiones que intentaron esclarecer el magnicidio…– y, sobre todo, a su vasta experiencia profesional para establecer que la citada autopsia, en contra de lo que se ha dicho, no fue obra de inexpertos, sino “una intervención profunda, sistemática y protocolizada”; además, da una explicación coherente a la trayectoria de la llamada bala mágica (a la que tilda de “pura fantasía”). A todo ello se añaden una minuciosa descripción de la escena del crimen y retratos de la víctima y el asesino.
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