Libros 1909
‘Un final perfecto’
John Katzenbach
Ediciones B. 21,50 euros
Pelirrojas en peligro
Un psicópata decide culminar su vida criminal asesinando a tres pelirrojas, a las que avisa de sus intenciones. Para él, será el final perfecto del delirio instalado en su mente perversa; es el lobo feroz que en el cuento perseguía a Caperucita. Para las mujeres, una médica madura, una joven profesora y una adolescente, será el comienzo de una pesadilla en la que deberán luchar por sobrevivir. Para el lector, la inmersión en un baño de intriga, violencia y astucia… Periodista de sucesos y de tribunales en sus inicios y ahora maestro del thriller y el suspense, Katzenbach domina todos los recursos narrativos que obligan a aferrarse a las páginas de sus novelas hasta que se lee la última. Siempre al borde de la taquicardia.
‘Geishas rivales’
Nagai Kafu
Alba. 22 euros
Misterios de Tokio
Japóm sigue siendo para Occidente un enigma y su gigantesca capital fascina desde su carácter impenetrable. Esta novela, ambientada a principios del siglo pasado, ahonda en el mundo de las geishas de Tokio, relacionadas con los artistas y con las capas acomodadas. El reencuentro entre un ejecutivo y la geisha Komayo parece prometedor, pero ella se enamora de un actor, lo que conduce a aquel a inesperadas amarguras. Los conflictos salpican un decorado en el que los personajes no pueden eludir las reglas de juego y el destino parece inexorable. El lirismo de este retrato de una época no esconde el drama, pero al menos lo aplaca.
‘El DiccioMario’
Mario Coll Rodríguez
Vértice. 9,50 euros
Un ‘Collage’ muy divertido
Avalado por su condición de profesor de Lengua y Literatura española y no menos por la de heredero del ingenio del inolvidable José Luis Coll, Mario Coll sigue la estela del famoso Diccionario de su padre y publica un libro en esa línea, con nuevos términos. Las muestras de agudeza se suceden: “¡Mao-sé-tú! Exhortación que dirigió el padre de Mao-Tse-Tung a su hijo con el fin de que espabilara”; “Briyo. Destellos del ego” (en esta definición aflora la otra profesión de Coll, psiconalista). Disfrutar, entre sonrisas y más de una carcajada, de los juegos de palabras y de conceptos que prodiga Mario Coll deja un regusto festivo. Y, por añadidura, invita a pensar.
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