Una conexión a Internet permite acceder a un vasto mundo de datos. Algunos de los cuales, además, son verdaderos. Nos permite viajar sin desplazarnos de la silla frente al ordenador: buscar via satélite cualquier lugar recóndito de todo un planeta cartografiado (o incluso nuestra casa). Y nos permite, también, perder el tiempo como nunca antes los seres humanos lo habíamos perdido. El verbo de esta era es “procrastinar” y a ello dedicamos la mayor parte del tiempo, sobre todo los que trabajamos delante de una pantalla: a postergar lo que en realidad deberíamos hacer. Sin ir más lejos: esta misma crítica debía estar escrita ayer.
Los ordenadores son las nuevas ventanas de distracción y entretenimiento. Las plataformas que alojan vídeos son las reinas de este mundo (y las que justifican en gran medida que contratemos conexiones ultrarrápidas): cine en streaming, vídeos de gatitos, sketches, virales, anuncios, cámaras ocultas, hostiones letales y, por supuesto, pornografía a raudales (el gran motor de Internet, no se engañen). Nuestra capacidad para el espanto tiene más capacidad de subir el listón que el propio Sergei Bubka. Todo esto, podría decirse, es la premisa de Movie 43, un experimento cinematográfico que bebe directamente del género slapstick popularizado por el trío ZAZ (Jim Abrahams y los hermanos David y Jerry Zucker), autores de las sagas Aterriza como puedas y Agárralo como puedas y escritores de un auténtico referente para ésta: Made in USA (cuyo título original era Kentucky Fried Movie, mucho más sugerente porque en realidad se trataba de un refrito de situaciones descacharrantes, en este caso extraídas del zapeo televisivo).
En Movie 43, simplificando, unos chavales buscan la película grotesca definitiva y ahondan en las fosas marianas de la red, probablemente en ese submundo que se denomina Internet profundo, donde supuestamente habitan los contenidos más espantosos que se pueden imaginar. Aquí se reproduce una serie de vídeos que podrían pertenecer a esa película maldita inexistente: lo más bestia que se puede imaginar, pero desde un cachondeo negruzco y bárbaro no apto para todas las sensibilidades. Uno de los responsables del proyecto es Peter Farrelly, maestro del humor bruto junto a su hermano menor, Bobby (autores de Algo pasa con Mary, Yo, yo mismo e Irene o la reciente Carta blanca).
El conjunto es una continua demolición de tabúes que no tiene ningún reparo en ironizar con la coprofilia, la masturbación o la menarquía. No todas las micropiezas audiovisuales que componen este filme mantienen el mismo nivel, pero si simpatizan con la salvajada, algunas de ellas les parecerán directamente gloriosas. Una oda a la subcultura fumeta, al entretenimiento maldito 2.0 y a la procrastinación: un festival de carcajadas culpables.
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