Contenidos del artículo
Un asunto de honor
Arturo Pérez-Reverte
Punto de Lectura. Madrid, 2007
112 páginas. 7,99 euros
Dicen que hay que desconfiar de los escritores que pretenden escribir sobre de más de un tema. Que la capacidad literaria, hasta la más genial, no puede abarcar con solvencia más que una única cosa, un único asunto que se repetirá, con mayores o menores variaciones, en cuantos textos alumbre el autor. Dicen que hay que desconfiar de los escritores que se dicen polifacéticos o cosmopolitas, que lo mismo hacen una historia de chicanos en Nueva York que otra sobre la Guerra de África. Que la literatura no funciona así; que el mapa de las obsesiones de un escritor (o lo que es lo mismo: su universo literario) suele ser muy escueto y estar circunscrito a una serie de recuerdos y espacios muy reducidos; que García Lorca afirmó en una ocasión que en cada poema, en cada drama y en cada línea de su obra no había hecho otra cosa que hablar de su pueblo. Porque hablar de lo que no se conoce, hacer literatura de asuntos con los que uno no posee ningún recuerdo, ninguna base sobre la que armar la ficción, es la forma más fiable (y desde luego la más común) de hacer un mal libro. Visto desde este punto de vista, la repetición casi obsesiva de ciertos temas, situaciones y personajes no es necesariamente indicativo de falta de originalidad o de estancamiento literario de un escritor. Quizá sólo se trate de un síntoma de coherencia.
Y Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) es un escritor coherente. Desde luego no es el mejor, y habrá quien piense que el indudable éxito de que goza es inmerecido. Pero nadie puede reprocharle que haya cometido alguna vez la torpeza de internarse en terrenos literarios ignotos. Todos sus libros se articulan alrededor de un mismo tipo de protagonista, un antihéroe cansado, derrotado hace ya mucho tiempo en todos los órdenes de la vida, especialmente en el del amor, con un pasado turbulento pero sin mal fondo del todo, y al que no le quedan más que sus arranques de orgullo torero. Unos arranques que no le salvarán del desastre inevitable, al que se dirige desde la primera línea, pero que le permitirán, eso sí, dar guerra hasta el final y morir con la cabeza bien alta: con las botas puestas. Es sin duda el elemento imprescindible de las novelas de Pérez-Reverte, y aparece siempre rodeado de un paisaje literario no menos recurrente: misteriosas mujeres fatales, villanos sin escrúpulos, camaradas de viejas batallas, tan derrotados como el protagonista, y siempre, siempre, una sensación general de resignación ante el destino desfavorable; ante la mala mano de cartas que en el fondo es la vida.
Es un esquema que Pérez-Reverte conoce bien, que maneja a la perfección porque probablemente hay mucho de él en ello. Pero también porque es el tipo de protagonista y paisaje que debió de encontrar en sus dos décadas cubriendo guerras. El escritor cartagenero ha afirmado que para él escribir es mirar para atrás, un ejercicio de memoria que le vale para armar la saga del Capitán Alatriste, pero también para escribir una novela como La carta esférica, u otra tan aparentemente alejada de su ámbito como La reina del Sur. Y si este sistema funciona es porque Pérez-Reverte nunca deja de remitirse al paisaje literario arriba descrito; con ciertas variantes de calado, es cierto, pero sin dejar de hablar nunca de lo mismo, de su antihéroe orgulloso en la derrota. En ningún libro se ve esto tan claro como en Un asunto de honor, una de sus obras menos conocidas, que tras tanta fatigosa introducción espero poder dedicar unas palabras.
La obra, de escasísimas 90 páginas, tiene la estructura de un cuento de hadas. Ya se indica en el primer párrafo. Pero dado que es Pérez-Reverte quien lo firma, el príncipe azul es Manolo, camionero y ex presidiario; el villano es el Portugués Almeida, dueño de un puticlub y de un retorcido sentido del honor; la madrasta es Nati, prostituta y hermana de la cenicienta del cuento, María, una adolescente que cree en las historias de piratas sin haber visto nunca el mar, y cuya virginidad ha sido vendida al dueño de una funeraria. Con estos mimbres se narra una historia tremendamente eficaz, contada en primera persona por el verbo soez y descarnado de Manolo y donde restallan con fuerza, para bien y para mal, todas las características de la literatura de Pérez Reverte.
Lo bueno de esto es que se trata de una historia vertiginosa, sin pausas, que entra como el agua y que no se suelta ni con aceite hirviendo. Compone un retrato muy logrado de la personalidad del protagonista, un hombre vapuleado por la vida que ve en la tierna adolescente una última posibilidad de redención; también cabe destacar la valentía del autor al tratar de hacer literatura con el lenguaje tabernario de los camioneros, así como la solidez del personaje de María, en teoría el más alejado del imaginario de Pérez-Reverte, y que sorprendentemente se erige el mejor trazado de todo el relato.
Pero también hay contrapartidas. El proverbial recurso de Pérez-Reverte al taco para darle más voltaje al texto, para cubrirlo todo de una densa virilidad y buscar algún tipo de complicidad testicular con el lector acaba resultando gratuita. Y cargante. Uno acaba por dudar de si se trata de un recurso para ilustrar la sordidez de los ambientes de la novela, o si por el contrario es sólo una máscara de chabacanería y lugares comunes para ocultar un conocimiento superficial de los mismos. Eso, y cierta sensación de ya oído que sin duda asaltará a los lectores habituales de Pérez-Reverte, que se darán cuenta de que las reflexiones de Manolo no es que guarden la inevitable coherencia con las de otros personajes del autor: es que son calcos casi perfectos.
Un asunto de honor, una obra que fue escrita para ser adaptada al cine y que fue llevada a la pantalla por Enrique Urbizu con el título de Cachito, es una buena puerta de entrada a la obra del que, guste o no, es el escritor español más exitoso de los últimos años. En poco menos de una hora de lectura quedan al descubierto todas las fortalezas y debilidades de su literatura, y más que eso: el conjunto de motivaciones y obsesiones que le guían como escritor.
Comentarios recientes