La nueva programación de Letizia
Empieza una nueva etapa en la vida de la Princesa de Asturias. Se la podrá ver sola en actos oficiales, como el de presidir un concierto por las víctimas del terrorismo.
Chocó, porque cuando se esperaba una especie de reposo dilatado pero lógico, relanzan a Letizia con programación propia. Sorprendió el inesperado retorno de la princesa tras el desacostumbrado anuncio de su nuevo embarazo, las nauseas recluidoras y renunciar a viajar a Washington con el Príncipe Felipe. Se esperaba una tregua en sus compromisos como están haciendo con los duques de Palma que, inexplicablemente o no tanto, han sido eliminados de casi toda la agenda a cumplir por la Familia Real. La Infanta Elena y Marichalar asumen unas tareas con representaciones secundarias, mientras Letizia ha estrenado renacido protagonismo presidiendo un concierto para las víctimas del terrorismo.
Centro de atención
Fue una presencia nada casual, acaso maquinada, como reafirmación de cómo actúa el Rey en este tema, nada que ver con las ambigüedades del Gobierno ya casi troque o chalaneo. Pálida pero sonriendo, remarcadas las comisuras, un tanto apagada su siempre luminosa y curiosa mirada, Letizia vistió una levita negra sobre reajustado pantalón que no hacía sobresalir su estado; sigue delgadísima, y fue el comentario permanente; su cintura como centro de atención y concentración, que lo mismo atrajo las miradas de la imponente Sonsoles Díaz de Rivera que la más distante de Pilar Ariste o la rebeldía parece que estéticamente aplacada de una Rosa Díez revestida de negro hasta las medias, nada que ver con aquella vasca casi punk de sus principios en política. Costaba reconocerla con su más plácido look, enfrascada como andaba en sacarle a Carmen Caffarel los motivos que la impulsan a irse, aunque de todos son conocidos: TVE vive y consigue las peores audiencias de un medio siglo, aniversario evocado en momentos nostálgicos de “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
–Hay que saber marcharse cuando todo está hecho–, o más bien deshecho podría apostillársele a la directora general del Ente.
–Creo que la despedida no será antes de un año, hay mucho por remachar–, descubría también a una Maite Pagazaurtundua, presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, enfundada en abrigo de brocado tres cuartos similar de línea y largura al negro que Letizia lució sobre blusa blanca con pechera de ancho plisado. Repitió los pendientes bailones montados en un brillante del que cuelgan otros tres rematados en perlón, usados ya para el concierto a Cavaco, su última salida hasta la reaparición sorpresa por el terrorismo. Ahí inició un programa de actividades en solitario acaso reforzador de una imagen posiblemente, o tal piensan algunos, cuestionada ante su nueva gravidez. O por cómo molesta en Ribadesella la insólita vigilancia puesta, o impuesta, a la abuela Menchu, descuidando la Guardia Civil atender problemas más urgentes. Causa polémica en la zona y nadie se preocupa de tutelar así en Alicante a los abuelos Rocasolano.
Esfuerzo
Quizá es que son más accesibles, pero cuesta entender semejante y caro esfuerzo controlador de una hasta ahora tierna viuda que se valía por sí misma. Suena a alcaldada o interés local. A maniobra trepadora. O casi maquinación borgiana, como las que pueden verse en ese magnífico espectáculo visual que es recrear el casi reinado papal de Alejandro VI, el pontífice de Gandía. Lo encarna de manera prodigiosa, especialmente en su muerte, el catalán Lluís Homar, que con Sergio Peris-Mencheta son lo más destacable de un reparto donde no se entiende la inclusión de Paz Vega en el peor trabajo de su carrera, ni tampoco ver al pretencioso Miguel Ángel Muñoz en tan sólo dos apariciones. El ex de Mónica Cruz e hijo de Cristina Blanco realmente sólo es entrevisto como en la presunta magia paterna. Suntuosidad en los escenarios naturales o los palacios del Renacimiento, cuestionamiento en el uso de pieles artificiales donde la lanilla reemplaza al armiño pontifical creando un polvillo perceptible e incómodo, movimientos y combates que recuerdan Ivanhoe pero en doméstico y denso, y diálogos actuales que rompen la atmósfera tan bien evocada plásticamente. Resulta curioso ver al marido de la Obregón en Ana y los siete destrozando un personaje bombón.
Antonio Gala elogiaba el ánimo reconstructor y anunció a la interesante Silvia Martín, como flotando en el tiempo y las circunstancias, novela al caer titulada El pedestal de las estatuas. También va de novelón histórico lleno de intrigas palaciegas entre Antonio Pérez y Felipe II, un poco con el aire Borgia tan bien reflejado aquí. Mariano Rajoy se mesaba la barba tomando buena nota, lo mismo que Ruiz- Gallardón donde Mar Utrera, de riguroso negro que era el tono imperante con los claroscuros fílmicos, igual que una María Valverde ennoviada con Eloy Azorín, otro de los protagonistas. Almudena Arteaga vestida exquisitamente como siempre y lo remarcaba el Carlos Moyano que entregó checazo de 20.000 euros para la Fundación Antena 3, en nombre de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, en parte patrocinadora de este fresco –¡y tanto, menudo despelote pontifical!– que entusiasmó a la extraña Neus Asensi, sorprendiendo con un su abrigo Prada de entretiempo hecho en pitón crema. Una pasta de prenda. La luminosa Teresita Viejo se animaba con blusón de cuero amarillo, a su vera un adelgazado Marcos de Quinto, presidente de Coca-Cola España. Siguen rendidamente enamorados y se les nota, mientras María Teresa Campos se esponjaba en gasas estampadas, buen prólogo a sus relaciones recompuestas con un Maurizio Carlotti que recibía lo mismo al ministro Jordi Sevilla, con pinta de cardenal renacentista, que a la siempre risueña Ana Botella, con levita de seda salvaje en azul pavo real, buen soporte al collar de perlones tricolores –gris, negro y blanco, impactó en su oriente y luminosidad–, que tiraba de su nada pequeño Alonso, reacio a posar. Es el sino de los hijos de la política, y bien lo subraya engrandecedor Javier González de la Vega en su actualizado libro sobre Adolfo Suárez, al que sirvió de jefe de protocolo en su primer año monclovita. El primogénito del chuletón fue igual de incómodo con los posados, aunque caprichoso y hasta mal educado. En su Ávila juvenil presumía de estrellar coches, lo conocían como Suarín.
Concha Cuetos no piensa hacer teatro “porque así se está muy bien”, Peris-Mencheta es una especie de Brando y Lluís Homar en momentos recuerda al John Gielgud de sus mejores creaciones, se especializó en tipos que marcaron época y grandes momentos fílmicos, como estos Borgia protagonistas de una época revolucionaria en el Papado y las costumbres. Ángela Molina pone majestuosidad a su personaje de madre de la saga, aunque aquí no aclaran que no estaba casada con el Papa Alejandro, aspecto descuidado por J.A. Cebrián en el libro que fue casi base de este filme español. Ante una aterciopelada Patricia Gaztañaga con Roberto Arce, todos elogiaban el cuasi maquiavelismo de Eusebio Poncela, el conjuntado tigre de Neus Asensi, las piedras duras multicolores de Campos, que iba con su prima Leli, ya amortiguado el triple dolor: materno, por Félix y su destronamiento matinal. Parecía animada, la besó cálido Rajoy mientrasViri se escondía cerca deAna Gavín, prototipo de elegancia.
Intrigas
Petro Valverde reía al ver a Gala en jersey. “Porque llego y me voy al campo, no resisto la ciudad”como el aire vaquero de una Isabel Gemio que no frecuenta al peluquero. Impactaron los zapatos acharolados de Mar Utrera, también su bien mantenida morenez gracias a las escapadas a Nerja, el interés de Carmen y Jordi García Candau, tan malparado en el libro sobre Pilar Miró escrito desde la devoción por Diego Galán. Saborearlo descubre intrigas dignas de estos insensibles Borgia bien comentadas por Juanjo Puigcorbé –nuestro Cary Grant compitiendo con Luis Merlo –mientras el ex marido televisivo de Anita Obregón no da la talla en un secretario que desaprovecha. Miguel A. Muñoz, como facialmente deformado o engordado, no tiene ocasión ni de eso. Provoca risas.
Y mientras este cine nacional continuador de los inolvidables filmes históricos de Cifesa –una etapa insuperada aunque les pese– tomaba la Gran Vía madrileña y sus mejores pantallas, debaten si las nuevas medidas para protegerlo gubernamentalmente no espantarán todavía más al respetable. No es posible competir con producciones USA, aunque pongan más cara la entrada.Podría producirse una nueva estampida sí, como reparan o se huelen, también esconde una manera de manipular temas y argumentos algo impensable en Hollywood. Esa misma noche tenía de competencia vecina a Russell Crowe presentando nueva película y mudada imagen de irascible hombre arrepentido. Coincidió con su colega Kevin Costner en idéntico cometido.
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