La muerte de Seymour Hoffman destapa el auge de la heroína en EEUU
Antes de que la muerte del actor Philip Seymour Hoffman saltara a los titulares, el gobernador de Vermont ya había dado la voz de alarma: durante un discurso en enero, el político advirtió seriamente de los problemas relacionados con la heroína en Estados Unidos.
Da igual que se hable de la pacífica Nueva Inglaterra, de Florida o de las grandes ciudades. La cifra de fallecidos como consecuencia de la heroína se duplicó o incluso triplicó en la última década. En Nueva York el aumento fue de un 84 por ciento entre 2010 y 2012.
En Pittsburg y sus alrededores murieron 22 personas en tan sólo dos semanas por el consumo de heroína adulterada. En el estado de Maryland, según la CNN, se contabilizaron 37 fallecidos por esta causa desde septiembre. “Ha alcanzado el nivel de una epidemia”, afirmó en declaraciones a “Los Angeles Times” el portavoz de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), Rusty Payne.
Con el trágico final de Hoffman (“Capote”) el problema saltó al centro del debate. El actor fue encontrado muerto el domingo con una jeringa en el brazo y en su apartamento de Nueva York se encontraron decenas de sobres con heroína. Según el canal de televisión ABC, Hoffman había comprado la droga a dos traficantes la misma tarde de su muerte.
En Nueva York puede comprarse una papelina de heroína por tan sólo seis dólares (unos 4,5 euros), afirma “The New York Times”. Al parecer, el tráfico está tan bien organizado que podría encargarse la dosis a domicilio con una sola llamada. A las autoridades les preocupa también que el consumo se esté extendiendo a los barrios periféricos y las zonas rurales.
Una encuesta de las autoridades sobre el abuso de drogas reveló que en 2012 unos 669.000 estadounidenses mayores de 12 años consumieron heroína, 156.000 de ellos por primera vez. El número de encuestados que admitió su adicción a la heroína, 467.000, duplicó a la cifra de 2002, afirma la CNN.
Según los expertos, el creciente consumo de heroína está relacionado con el aumento de producción en México, así como con el mayor control de potentes analgésicos como la oxicodona. “Hasta hace poco las pastillas se conseguían por tan sólo diez dólares”, explicó a la CNN la agente de policía Nicole Guerriero, en Florida. “Ahora son mucho más caras y la gente se da a la heroína”.
Al contrario de lo que pasa con los medicamentos sujetos a prescripción médica, con las drogas no hay ningún tipo de control sobre su pureza y concentración. Algunas dosis de heroína se rebajan con sustancias como laxantes infantiles, mientras que otras se potencian peligrosamente con el analgésico fetanilo, utilizado para enfermos de cáncer.
Tan sólo en algunos casos los traficantes informan a sus clientes sobre la pureza y composición de la droga que les venden, advierte la DEA. “Así que los consumidores sin experiencia sufren sobredosis fácilmente”, afirma el informe de riesgos de la DEA de 2013.
Aun así, los nuevos consumidores suelen correr menos riesgos que los adictos desde hace tiempo, afirman los expertos. Su mayor preocupación son las personas como Philip Seymour Hoffman, que vencieron hace años su adicción pero que un día recaen. Suelen tomar las mismas dosis que antes, explicó a la cadena ABC el médico Jason Jerry, del centro de dependencia de la Clínica Cleveland. “Puede que su cerebro lo aguante, pero no su cuerpo”.
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