La muerte de Gadafi pone fin a la misión de la OTAN
Ya no queda mucho más por hacer: Gadafi está muerto y Sirte liberada. El fin de la operación militar de la OTAN en Libia parece inminente. La misión está cumplida, pero pese al éxito, entre la Alianza Atlántica no hay precisamente un ambiente de júbilo.
Oficialmente, no se trataba de Gadafi. “Las personas en particular no son objetivo de nuestra misión”, decía el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, cada vez que le preguntaban por el ex líder libio.
Desde finales de marzo, aviones de la OTAN y otros aliados sobrevolaron más de 26.000 objetivos sobre Libia. En más de 10.000 operaciones fueron lanzadas varios miles de bombas de precisión y misiles sobre las tropas de Gadafi. Y ahora, poco antes del previsto fin oficial de la misión, Gadafi ha sido abatido.
Así, la retirada de la OTAN del cielo y las costas libias se perfila inmediata, según diplomáticos. “Creo que la misión en Libia puede servir de modelo para futuras operaciones de la OTAN”, dijo recientemente Rasmussen. “Tiene sentido que grupos de aliados se especialicen en determinadas tareas especializadas.”
En un principio, la cuestión de Libia generaba poca unidad en el seno de la Alianza Atlántica. Primero, Estados Unidos retiró rápidamente sus aviones de combate y dejó las operaciones a europeos y canadienses, entre otros. Washington puso principalmente a disposición aviones de transporte y bombas de precisión, pues al cabo de dos meses, Europa se había quedado sin ninguna.
Ni siquiera la mitad de los 28 miembros de la OTAN participó en la misión libia. Finalmente fueron 12 países, liderados por Francia y Reino Unido, y de los que sólo ocho participaron en operaciones de combate. A ellos se sumaron cuatro Estados no miembros de la alianza: Jordania, Qatar, Suecia y los Emiratos Árabes Unidos.
“Nuestra misión es proteger a la población civil en Libia, no perseguir ni tener como objetivo a miles de huidos del antiguo régimen, soldados, oficiales o personas desplazadas dentro del país”, dijo el portavoz militar de la OTAN, Roland Lavoi. Y repitió una y otra vez que a la alianza no le interesa dónde se encontraba Gadafi. Rasmussen lo expresó cuidadosamente así: con Gadafi, es difícil imaginar seguridad para el pueblo libio.
El mandato del Consejo de Seguridad de la ONU permitía un bloqueo marítimo y “todas las medidas necesarias” para proteger a la población. Ni una palabra sobre un cambio de régimen o una persecución de Gadafi.
La OTAN justificó todos sus ataques militares alegando que con ellos se eliminaba un peligro para la población, pero esto no evitó que Rusia acusara a la alianza de “interpretar creativamente” la resolución de la ONU. Y basándose en ello, Moscú rechazó después una nueva resolución contra la persecución de la oposición en Siria.
No sin satisfacción, diplomáticos de la OTAN subrayan que se ha evitado una escalada del conflicto. Además, no hay que lamentar víctimas entre los miembros de la alianza. Sin embargo, los críticos hacen suyas las palabras el ex secretario de Defensa estadounidense Robert Gates, que veía en la fractura de la alianza respecto a Libia una división entre quienes quieren misiones de combate y quienes abogan sólo por misiones humanitarias.
La OTAN, señalaba Gates haciendo también referencia a la ausencia de Alemania en la misión, se encuentra “en la vía de la insignificancia militar”.
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