La ficción real
O cómo Gadafi y otros mandamases son casi más hilarantes en la realidad que en la ficción
Gadafi, Chávez y Leslie Nielsen.
ADN.es
Uno. Leo dos noticias esta semana e intento trazar conexiones de carambola. Por un lado, la capilla ardiente que tenían reservada para Gadafi era, paradójicamente, una cámara frigorífica en una carnicería ubicada en la ciudad norteña de Misrata. Por el otro, una que no llegará ni a nota a pie de página en los anaqueles de la historia: un hombre de Zimbaue alegó que contrató los servicios de una prostituta que, durante la noche, se había convertido en un asno; añadió, es más, que había caído locamente enamorado del burro.
Dos. Pienso en la escena inicial de Agárralo como puedas, en la que Leslie Nielsen aparece en una cumbre de los países del este y Gorbachov, Idi-Amin, Jomeini, Arafat y Gadafi conspiran contra el poder estadounidense: los corre a gorrazos y le borra la mancha en la calva al líder soviético redibujando así el mapa geopolítico de aquella época.
Esta escena cómica tiende un link sináptico en mi cabeza hacia diversos episodios reales: el harén de vírgenes de Gadafi y su equipo de guardaespaldas formado exclusivamente por mujeres; el grito de guerra en las orgías de su ex amigo Berlusconi (bunga bunga), tan parecido al de las Tortugas Ninja (cowabunga); el cúter con el que se supone que los terroristas del 11-S redujeron a todo un avión; la tabla de gimnasia sueca con la que Hugo Chávez obligó a ejercitarse a su consejo de ministros para demostrar ante las cámaras que se había recuperado de su operación; los cubanos gritándole “¡Nikita Mariquita!” a Nikita Jrushchov cuando intentaba darle un pico en la boca (esa gran afición de los soviéticos) a Fidel Castro al apearse del avión en el aeropuerto de La Habana; los etarras que subieron una foto a Facebook embutidos en una camiseta de la selección española de fútbol… podría seguir durante horas. Sólo tienen que invitarme a un quinto helado de cerveza.
Tres. Como ven, la escena cómica protagonizada por Leslie Nielsen queda en nada. Y la escena de amor de aquella película en la que Woody Allen se enamora de una oveja o el argumento de Asno de Oro de Apuleyo, lo mismo. La realidad puede ser más divertida que cualquier ficción, pero resulta que también es trágica. Por eso, sólo puedo llorar de la risa (y de lo que no es la risa) cuando se nos exige respeto y civismo ante los que manejan el mundo y pudor a la hora de bromear con según qué instituciones.
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