La estrategia de Jordania y Arabia Saudí en la crisis de Irak
Cuando Mosul, la segunda ciudad de Irak, cayó ante los yihadistas el 10 de junio, no hubo reacción pública alguna por parte de Jordania o Arabia Saudí, dos aliados clave de Occidente que comparten frontera con el país mesopotámico.
Los gobiernos de Ammán y Riad, dos reinos con una larga historia de intervenciones en los asuntos iraquíes, tardaron casi una semana en emitir sus respuestas, lo que elevó las dudas sobre su compromiso a lograr una solución a la crisis. Incluso cuando islamistas capturaron el principal paso entre Jordania e Irak el domingo, el país mantuvo la calma.
Según observadores, el silencio de Jordania y Arabia Saudí es un ejemplo de la nueva política de «no intervención» que se está imponiendo, en un claro giro ante el papel clave que desempeñaron en la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2011. En aquel entonces, ambos países ayudaron a llevar a la población sunita privada del voto a la mesa de negociación, minando el apoyo tribal a Al Qaeda y ayudando a restaurar la paz.
De ahí que la actual ausencia de estas dos monarquías sunitas haya propiciado la escalada de la crisis hasta lo que algunos consideran una guerra civil, afirman los analistas.
«Puesto que actuaron como sus dos principales protectores y defensores, Arabia Saudí y Jordania demostraron ser las únicas dos potencias capaces de presionar a las tribus sunitas en Irak y convencerlas de que entreguen las armas», sostiene Oraib Rintawi, analista político y director del centro de estudios políticos Al Quds.
«A menos que Jordania y Arabia Saudí se impliquen, el conflicto sectario y étnico continuará», añadió. Sin embargo, en lugar de actuar como mediadores, los expertos señalan que los dos reinos prefieren ahora «ir a la defensiva».
Hace tiempo que Arabia Saudí es un factor influyente en Irak. Entre otras iniciativas, apoyó a varias tribus sunitas y opositores para debilitar al gobierno de Nuri al Maliki, al que acusaban de mimar a la mayoría chiita y el establishment religioso del país.
Ahora, en lugar de usar esa influencia con las tribus sunitas y las milicias que respaldan al Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), Riad está dejando que la crisis evolucione, con la esperanza de que la creciente inestabilidad desemboque en el colapso del gobierno de Al Maliki.
«Arabia Saudí no ve la crisis como el inicio de una guerra civil, sino como una oportunidad política», afirma Mohammed Abu Rumman, analista político en Ammán- «Quieren ver cómo los amarres de Al Maliki al poder se debilitan pase lo que pase, aunque sea acabando con Irak».
Esa animosidad ha derivado en una contienda verbal en la que Al Maliki acusa a los sauditas de ofrecer «apoyo económico y moral» a ISIS y «derramar la sangre de iraquíes inocentes». Mientras, los sauditas reiteran sus llamamientos para que Al Maliki se vaya y se forme un gobierno de unidad nacional con mayor representación sunita.
Entre tanto, Jordania está especialmente anclada en el legado de la invasión de 2003 y la crisis humanitaria en Siria. Ésta, según las autoridades, ha provocado la entrada de 1,3 millones de refugiados en el país, lo que hace que algunos se sientan «recelosos» de que Ammán se involucre más en Irak.
«Jordania ha aprendido del pasado a no intervenir en los asuntos de sus vecinos», sostiene Samih Maaytah, columnista y ex portavoz del gobierno jordano. «Esa es la política que ha venido siguiendo en Siria y la que aplicará en Irak». Además, el país estará «demasiado preocupado por la carga adicional de asegurar sus fronteras con Siria e Irak como para ni siquiera pensar en intervenir en la crisis de Irak».
Tanto Arabia Saudí como Jordania se vieron sacudidas por una oleada de ataques islamistas tras la invasión de Irak, y eso hace que a ambos países les preocupe cualquier movimiento de ISIS. Los temores de Ammán se acrecentaron la semana pasada, cuando ISIS manifestó su intención de incluir Jordania en su califato islámico.
Además, el país teme una nueva oleada de refugiados iraquíes, pues más de 300.000 ciudadanos de ese país llevan ya una década exiliados entre los jordanos. «Jordania se encuentra en una posición mucho más débil esta vez con respecto a Irak, y se prepara para el peor escenario en lugar de trabajar para evitarlo», apunta Rintawi.
Maaytah está de acuerdo con el experto: «La situación en Irak es tan impredecible que Jordania y Arabia Saudí sólo pueden hacer lo mismo que el resto del mundo: esperar y ver».
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