La elección de Bella
24 de Noviembre de 2009 | Begoña Gómez
Bella Swan seguramente no tiene edad para votar, pero en Luna nueva afronta un dilema que les sonará familiar a los electores norteamericanos: tiene que escoger entre un tipo con pinta de saber pronunciar palabras de cuatro sílabas y que está en contacto con su lado femenino (algunos dirían que demasiado) y otro más asilvestrado que representa el espíritu fronterizo de América.
Clarísimo: Edward Cullen, que escucha a Debussy, cita Romeo y Julieta y conduce un Volvo, es Barack Obama (vampiro) y Jacob, con su pinta de desayunar anabolizantes y su esa costumbre de arreglar motos, sirve como trasunto de la ahora renacida Sarah Palin (mujer-loba).
A Crepúsculo no puede reconocérsele gran mérito en la renovación de estereotipos. Pero su versión fílmica sí aporta algo inédito: la estrella adolescente que no se molesta en demostrar su hastío. No hay síndrome Macaulay Culkin , paradigma Judy Garland ni experiencia Marisol que valga para Kristen Stewart, la actriz que se pasea por todas las presentaciones de la película con infinita cara de asco. Hasta ahora, la esperanza de vida (laboral y real) del teen idol era más corta que la del minero colombiano y siempre requería esa impostura propia de la gimnasta hormonada y el cómico depresivo. Con su distanciamiento indisimulado, Stewart y, en algo menor medida, Robert Pattinson intuyen algo nuevo en su espabilada y posmoderna clientela adolescente: ya no necesitan ni que sus ídolos les engañen.
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