La crisis devora el patrimonio artístico italiano
La recesión ha dejado Italia al borde del abismo y amenaza también su patrimonio monumental. La salvación podría venir de la mano de dos magnates: Montezemolo (Ferrari) y Della Valle (Tod’s).
La misma crisis económica que ha desarbolado Europa y ha puesto a Grecia al borde del abismo ya ha señalado a su próxima víctima: Italia. En las últimas semanas los mercados han dejado sentir su presión sobre bolsas y bonos de deuda, lo que ha llevado a los ministros de Economía europeos a celebrar una serie de reuniones de urgencia que han ejercido aún más presión sobre el Gobierno italiano, que en respuesta ha anunciado la aplicación de un ambicioso plan de austeridad para ahorrar unos 79.000 millones de euros.
Como la propia economía, los monumentos históricos y buena parte del patrimonio cultural de Italia también se encuentran en peligro. Venecia desaparece bajo las aguas, los muros de la catedral de Florencia están agrietados y descascarillados, y en Sicilia las iglesias del periodo normando han tenido que ser tapiadas. Y sin embargo los males culturales de Italia no se limitan a la erosión de los materiales. Los recortes presupuestarios y el abandono han provocado que desde 2008 se hayan contabilizado 15 emergencias arqueológicas graves solo en Pompeya, y decenas más en el resto del país.
El techo de la Casa dorada de Nerón (Domus Áurea) se vino abajo el año pasado; en el Coliseo, tres grandes bloques de mortero se desprendieron de los muros horas después de que el venerable anfiteatro fuera abierto al público, y por su parte, en Pompeya, lo que no consiguió el Vesubio lo podría lograr la falta de presupuesto: el pasado noviembre la Domus de los gladiadores, de 2.000 años de antigüedad, se derrumbó hasta quedar reducida a una pila de escombros.
Italia es el país del mundo con mayor número de sitios declarados Patrimonio Cultural de la Unesco, y sin embargo su presupuesto en cultura se ha reducido prácticamente a la mitad en los últimos tres años, de 423 a 238 millones de euros, y en la actualidad apenas alcanza para sufragar las labores de mantenimiento y preservación. “El que piense que recortar el presupuesto de cultura en un país como Italia soluciona algo no ha entendido nada”, ha afirmado el actual ministro de Cultura, Giancarlo Galan.
Y es que lo que está en juego no es solo algún tipo de aprecio sentimental por el patrimonio. La riqueza monumental italiana atrae cada año a más de 45 millones de visitantes, lo que convierte al turismo, que representa el 8,6% del PIB, en la primera industria del país. Italia como marca no es solo un vago indicativo de belleza o calidad, sino que tiene un claro reflejo económico.
Crear valor.
Hay pocas personas que comprendan mejor la importancia de crear valor de marca que Diego Della Valle, presidente del fabricante de artículos de lujo Tod’s, y su amigo Luca Cordero di Montezemolo, presidente de Ferrari. Como si fueran una versión moderna de los Medici del Renacimiento, ambos apoyan la preservación del patrimonio cultural realizando donaciones, patrocinaciones y también gracias a la influencia que ejercen en sus redes sociales.
Della Valle ha entregado a La Scala de Milán siete millones de euros, la mayor donación que ha recibido el teatro en sus 233 años de historia, lo que garantiza que los intérpretes podrán seguir cantando varias temporadas más con independencia de las estrecheces presupuestarias. “La Scala puede incluirse fácilmente entre los diez mayores símbolos de la excelencia cultural italiana -afirma Della Valle-. Eso lo convierte en crucial para nuestra imagen en el exterior. Si lo cerramos estaríamos mandando al resto del mundo el mensaje de que a Italia le da igual”.
Montezemolo, que tiene un gusto impecable y un gran sentido del humor afirma: “Tenemos que hablar sobre mucho más que zapatos –afirma en su lujoso despacho de Roma-. Italia es excelencia, desde su arqueología y su historia hasta sus puestas de sol en Capri. Ningún otro país en el mundo ofrece semejante abanico de opciones. Cuando veo el modo en que lo estamos desperdiciando, se me rompe el corazón”.
De algún modo, las motivaciones de ambos empresarios son egoístas. Sus negocios se basan en el prestigio que posee Italia en lo referente a los artículos de lujo, a gusto estético y a alta cultura. Un prestigio, además, amenazado por la precaria situación económica del país y por los sórdidos escándalos sexuales de su primer ministro, Silvio Berlusconi.
Della Valle donó más de 25 millones de euros para salvar el Coliseo después de que el Ministerio de Cultura reconociera que simplemente no podía sufragar el mantenimiento del edificio. “Para nuestro grupo, que vive del prestigio del made in Italy, no se trata de una opción. Simplemente lo debemos hacer”.
Italia futura.
En junio, Montezemolo apadrinó una iniciativa denominada Italia Futura, cuyo objetivo es patrocinar proyectos culturales en todo el país y animar a otros empresarios a que se sumen a este esfuerzo. El presidente de Ferrari pretende recordar a sus colegas que la marca made in Italy no vale nada si los titulares asociados a ella solo hablan de edificios derrumbados y de andamios.
Italia Futura es en parte un think tank y en parte una comunidad social en la que se funden política, filantropía, economía y cultura. En Italia muchos creen que se trata del embrión de un futuro partido político que estaría liderado por Montezemolo. Por ahora, sin embargo, se limita a reunir fondos con los que sacar adelante algunos de los más urgentes proyectos, como la renovación del deteriorado puerto de Génova.
Entre otros proyectos, Della Valle está financiando la restauración del Coliseo, que se espera dure dos años. Los trabajos, que comenzarán este otoño, incluyen labores de limpieza y mantenimiento así como la habilitación de infraestructuras que faciliten el acceso a ancianos y personas con discapacidades. Hay razones sentimentales que justifican el impulso restaurador del empresario. “Recuerdo la primera vez que vi el Coliseo cuando era niño –afirma-. Me produjo una gran impresión”.
Con sus ojos intensos y traviesos tras las gafas circulares, Della Valle posee la elegancia y el encanto de un gran estadista. Su familia es originaria de la montañosa región de Le Marche, situada en el centro de Italia, donde su abuelo trabajó como zapatero remendón. Su padre expandió el negocio, fabricando zapatos para grandes almacenes de lujo como Saks o Neiman Marcus, y Della Valle se hizo con las riendas de la empresa en 1978, a la que cambió el nombre por el de J.P. Tod, que encontró en una guía telefónica de Boston. La empresa de los zapatos de la suela rugosa acababa de nacer, y Della Valle no tardó en convertirla en una de las marcas más exitosas.
Montezemolo, por el contrario, es un incisivo playboy. Delgado, con pelo largo y perfil regio, es como un río bravo, enérgico y casi imparable. Nacido en el seno de una familia de la aristocracia boloñesa, fue piloto de carreras y estudió Derecho en la Universidad de Columbia, y a su vuelta a Italia ascendió rápidamente en la escala directiva del grupo Fiat. Pese a que él ni lo confirma ni lo desmiente, se rumorea que pretende dar el salto a la política. Encantador y vivaz, se ha casado tres veces (la última de ellas, con una mujer de 23 años menor que él) y tiene tres hijos.
Estos dos hombres, que coincidieron en la universidad, reúnen ambos la quintaesencia de lo italiano, y encarnan el aroma y el carácter de la etiqueta made in Italy. Por supuesto, hay otras firmas de lujo tanto italianas como extranjeras que ceden millones a causas filantrópicas y humanitarias. Lo que diferencia a Italia es que la lista de tesoros nacionales en peligro es demasiado larga, y la actual situación, demasiado grave. El Ministerio de Cultura italiano tiene las manos atadas en lo que se refiere a la financiación (su presupuesto anual se ha reducido un 50% en los últimos seis años), y, si atendemos a las últimas noticias económicas, parece poco probable que las perspectivas del ministerio mejoren.
Para empeorar las cosas, en los últimos tiempos este departamento ha tenido que afrontar gravísimas acusaciones de negligencia. El antecesor de Galan en el ministerio, Sandro Bondi, hubo de dimitir el año pasado tras ser acusado de gestionar inadecuadamente el yacimiento de Pompeya. Este mes un demoledor informe del Tribunal de Cuentas acusaba al ministerio de mala administración y de falta de transparencia, y concluía que las necesidades del país “exceden los recursos disponibles”.
Partiendo del punto de que Italia no está en venta, Galan da la bienvenida a la iniciativa privada. De hecho, el ministerio confía en contar con el apoyo de empresarios y de este modo lograr, por ejemplo, los dos millones y medio de euros que hacen falta para mantener abierta la villa del emperador Adriano, de 1.800 años de antigüedad, que cada año atrae a las afueras de Roma a unos 250.000 visitantes.
Claro que, tratándose de Italia, todo se hará de acuerdo a las reglas del buen gusto. No habrá carteles horteras ni empresas vulgares actuando como benefactoras. La reconstrucción del Coliseo se hará de acuerdo a unas reglas muy claras. Tod’s, por ejemplo, no podrá instalar vallas publicitarias. “Estoy convencido de que todo el mundo piensa que yo ahora tengo las llaves del Coliseo –afirma Della Valle-. Pero si quiero visitar el recinto tengo que pagar la entrada como el resto de la gente”. Montezemolo, por su parte, distingue entre sufragar una restauración y convertir un conjunto arquitectónico en un parque de atracciones: “No quiero que Pompeya se convierta en Disney World, pero tampoco que las ruinas desaparezcan”. La clave estará en saber conciliar los dos extremos: salvar el país sin vender su alma.
Ambos magnates del lujo están animando a sus colegas a que contribuyan al esfuerzo para salvaguardar las joyas patrimoniales del país. “Es importante que el mundo vea que nos preocupamos de preservar lo que tenemos”, asegura convencido.
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