Heridos pero aún hercúleos
En medio de la más dura crisis económica de su historia reciente, los griegos luchan por sobrevivir entre la resignación, la frustración, el miedo y la esperanza.
El hangar encierra un laberinto de mercancías, hortalizas, aparatos domésticos, frutas, vestidos, puertas, libros. En el interior, el rumor de las olas del cercano mar Egeo se diluye entre las voces de hombres y mujeres que discuten apaciblemente. Venden y compran. Es sábado y están en el trajín del día de mercado, en Volos, ciudad portuaria a 328 kilómetros de Atenas. Pero hay un detalle que llama la atención: no se oyen sonidos de cajas registradoras ni tintineos de monedas. “¡Claro! Aquí no usamos monedas ni euros. Aquí solo se vende y se cobra en TEM, una divisa virtual que permite el trueque de cualquier tipo de producto o servicio”, explica la joven Alexandra Paraskeuas mientras atiende a una cliente que le paga una docena de huevos con un papel en el que aparece el precio de sus productos.
El proyecto nació hace dos años en Volos y, aunque al principio no tuvo mucho éxito ahora está cobrando vitalidad en toda Grecia. El número de miembros pasó de 50 a 300.000 y hoy se desarrollan experiencias similares en una veintena de ciudades griegas. Funciona así: los vendedores fijan el precio en TEM y, a cambio, reciben un comprobante con el monto del producto vendido. Luego, los datos del comprobante se introducen en un sistema informático, en el que se van acumulando los TEM que le sirven a la persona para comprar otras mercancías. “Básicamente es un sistema que permite a la gente obtener servicios y productos a los que ya no tenía acceso. El valor de las cosas depende de la cantidad de trabajo realizado y de su utilidad en la comunidad en la que se vive”, explica Marita Houpis, jubilada de 57 años y una de las fundadoras del sistema.
En un país inmerso en la más agotadora crisis económica y política de su historia reciente (las elecciones legislativas se repetirán el 17 de junio después de que los líderes políticos fracasaran en su intento por formar gobierno), con una tasa de paro del 21%, sueldos congelados o recortados, 922 ciudadanos que pierden su trabajo cada día y un IVA del 23%, hay quien lucha contra el colapso del sistema y la consecuente austeridad llegada de la UE y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero también hay quien no. La ateniense Sofia Aravopulu, por ejemplo, ya no va en taxi al aeropuerto, coge el autobús. Nada extraño si no fuera por que Sofia nunca ha sido pobre, posee una casa en el rico barrio ateniense de Kolonaki y hasta que le recortaron un 40% del sueldo, ganaba casi 3.000 euros al mes. Y más aún. La crisis también ha afectado a su vida conyugal. Ahora, dice, se pelea más con su pareja. “Mi vida ha cambiado tan bruscamente que hay días en los que no me lo creo”, cuenta esta griega de 53 años, que habla tres idiomas y cuya vivienda, repleta de antigüedades, estatuas y artesanía, revela que antaño fue muy viajera.
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