Un hombre de 66 ańos, M. E. H., natural de La Atalaya, se convirtió ayer en el primer herido por asta de toro del Carnaval. Uno de los astados le propinó una paliza en Conde de Foxá, y le corneó en el escroto. El varón tuvo que ser atendido de urgencia por el servicio de cirujanos desplazado hasta Ciudad Rodrigo, y fue trasladado a Salamanca hacia las 13 horas. Su pronóstico es reservado.

Por la mańana se corrió el encierro a caballo. Ayer se alargó en tres kilómetros, al salir las 16 cabezas que compusieron la manada desde un corral de Pedrotoro, anejo de Ciudad Rodrigo. Los siete toros de Valdegalindo, desiguales en presentación –hubo un infame jabonero rabón– fueron arreados por la treintena de encerradores desde mucho antes de que se avistase el vallado de los alares, en el alto de Valhondo. Así las cosas, con una masiva afluencia de personas, la manada fue disgregándose a medida que se avanzaba en el recorrido. Incluso un toro se desmandó, finalmente recuperado, y un cabestro se escapó.

Poco después de las once de la mańana entraban los astados en alares. A Conde de Foxá llegó un primer grupo de cabestros con dos toros.

Después, a cuentagotas fueron llegando el resto. Los cuatro últimos toros en solitario, cada uno a su albedrío. Pero todos con la misma referencia: extenuados, flaqueaban. Algunos caballistas vieron cómo sus monturas eran embestidas e incluso pitoneadas, llegando a desmontar a algún que otro jinete.

Cierto es que todos los toros entraron en el recorrido habitual. Y también que sólo tres y cinco cabestros alcanzaron por su cuenta los toriles de la plaza. El resto, después de muchos intentos, quedaron en los chiqueros de San Pelayo. De allí fueron trasladados, por la tarde, a los toriles consistoriales.

Los de la mańana apenas tuvieron relevancia. Para dar mayores bríos a la capea de la tarde, se recuperó uno de los toros de El Cahoso, de los festejos del sábado. A punto estuvo de encaramarse a uno de los tablaos , el más próximo al toril.