Gallardo cuenta el autismo en viñetas
‘María y yo’ narra la relación del dibujante con su hija
Gallardo en la presentación de su última obra en Madrid.
�scar Palmer Madrid
“María tiene 12 años, una sonrisa contagiosa, un sentido del humor especial y tiene autismo”. Así presenta en su última obra Miguel Gallardo (Lérida, 1955) a su hija. Para el co-creador de Makoki, uno de los personajes míticos del cómic underground español de los 80, este libro supone abrazar la madurez creativa con la libertad necesaria para enfrentarse a temas personales.
¿Cuál era la necesidad que tenías de hacer María y yo (Astiberri, 2007)?
Este libro hacía muchos años que lo quería hacer, por María, para explicarle a la gente cómo es la vida de una forma diferente. Pero no encontraba la voz. No quería hacer un libro explicativo contando que tenía una niña autista y que era un desgraciado que sufría mucho. No, quería algo que estuviera dentro de la narración. Que la gente se tragara la narración y a través de eso yo le explicara lo que quería. Así que quería una cosa ligerita y no muy larga, no quería hacer un Blankets. Quería hacer una cosa directa y con buen humor.
¿María y yo es un exorcismo contra las miradas de la gente?
Sí. A las miradas uno se acostumbra al final, pero es como todo, depende del día que tengas, una simple mirada te puede cabrear mucho, o pasas y ya está. Yo prefiero a la gente que en vez de mirar se acerca y pregunta. Lo bueno es que yo tampoco tengo explicación. Yo no soy médico ni científico. No puedo explicar lo que le pasa a María porque no lo sé. Nadie lo sabe, en realidad. Yo doy mi versión como padre, que se puede acercar o no a la realidad, pero que todo el mundo puede entender.
¿Qué significa para ti el cómic ahora mismo?
Cuando uno lleva 30 años haciendo cómic, es una cosa que se te queda dentro. Es como un gusanillo. No me dedico profesionalmente, pero tengo la gran suerte de que ahora, como vivo de otra cosa, me puedo dedicar a hacer lo que yo quiera. Toda mi carrera está muy influida por el cómic, porque mis ilustraciones son muy narrativas.
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¿Qué es más difícil, lo complejo o lo sencillo?
La sencillez siempre es más difícil. Cuanto más joven eres, más tienes que demostrar todo lo que sabes. Cuando haces el primer tebeo, potas ahí todo lo que tienes, tanto estilísticamente como de guión, y tiendes a hacer las cosas superpesadas. Cuanto más aprendes, más vas soltando vicios y cosas que son muy bonitas pero que no tienen ninguna utilidad. A mí me costó mucho. De hecho, María forma parte de mi proceso de aprendizaje, porque me pide dibujos constantemente. Y al hacerle muchos dibujos con cuatro rayas, mi mano se ha ido soltando y perdiendo el agarrotamiento. Yo era un dibujante muy de acabar las cosas, y es un proceso difícil. Tienes que vencer el miedo a que las cosas no queden muy bien.
¿Estás trabajando ahora en algún cómic nuevo?
No, quiero trabajar más este libro. Que se difunda. Voy a intentar venderlo en Estados Unidos. A veces creo que producir mucho es contraproducente, porque los libros tienen una vida muy corta. La idea sería saltar de las librerías de cómic a las librerías generales, que de hecho ya está pasando. Hay una nueva generación que, junto a las generaciones anteriores, ya está leyendo cosas más adultas.
Le acaban de dar el Premio Nacional de Historieta a Max, uno de tus compañeros de generación y de páginas en El Víbora, donde ambos os disteis a conocer.
Me alegro mucho por él. Hemos llevado carreras paralelas, y creo que los dos nos vamos siguiendo muy de cerca. Max es una persona muy currante y muy profesional, y siempre está buscando cosas nuevas. Aparte, el amor que siente por el cómic es increíble.
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