Fin
de ciclo
No quiero extender mi perplejidad porque iría en contra de las reglas más tradicionales que guían la redacción de una columna, pero me resisto a creer que Don Carlos López Riesco esté dispuesto a demostrar que el blanco es negro antes que hablar, desde la sinceridad, de la catástrofe. Para empezar, me reconozco vencido por la táctica empleada por el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Ponferrada, de convertir las cifras de los presupuestos municipales en la entidad aritmética más ambigua o maleable conocida desde los tiempos de Pitágoras. En manos de Don Carlos y su equipo la política presupuestaria del Ayuntamiento no es ciencia sino arcilla. Mientras en el resto del mundo mundial todos reconocen las serias dificultades a las que nos enfrentamos, ya hasta ZP lo hace, Don Carlos se niega a aceptar la magnitud del tsunami presupuestario que se nos viene encima, sobre todo en un Ayuntamiento que ha basado su financiación en la especulación urbanística y en la política de privatizaciones y que, como solución, sigue incidiendo en lo mismo.
Todos los nuevos proyectos que para este municipio propone se basan en más madera: privatizar lo poco que queda, la Edar de Villadepalos, la nueva traída de aguas y el desarrollo urbanístico de la Ciudad de la Juventud o Flores del Sil; como si la crisis del ladrillo o los concursos de acreedores del sector estuvieran ocurriendo en Marte; y ¡ah! eso sí, congelar las dedicaciones exclusivas en un gesto que nos permitirá seguir acostándonos todos los días con una sonrisa de satisfacción en los labios.
Una de dos, o se considera más listo que nadie o le importa un carajo que esta ciudad vaya al desastre, porque él no piensa cambiar de itinerario.
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