Estómagos vacíos
Mil millones de personas siguen hambrientas porque los gobiernos imponen todavía sus injustas reglas comerciales.
Varias celebridades nacidas en la más absoluta pobreza cuentan, a través de YouTube, la insoportable sensación que provoca un estómago vacío. El expresidente brasileño Lula da Silva y la famosa cantante africana Angelique Kidjo, entre otros, ofrecen su testimonio de niños hambrientos para explicar que, en su caso, la lucha contra el hambre es una obsesión personal y por eso se han convertido en embajadores de la nueva campaña Crecer, que la organización Oxfam (en España Intermon-Oxfam) ha lanzado en 45 países de todo el mundo para lograr que los alimentos lleguen en cantidad suficiente a todos los habitantes del planeta. Aunque el objetivo parezca demasiado ambicioso, utópico y, hasta ahora, fallido, en esta ocasión existe un proyecto riguroso encaminado a dar un vuelco al actual sistema alimentario internacional. Intelectuales, escritores, cineastas, músicos, políticos, economistas de prestigio, se han unido para dar a conocer en el mundo la mayor campaña proyectada en la historia de una ONG creada hace casi 70 años para luchar contra la crisis alimentaria provocada por la Segunda Guerra Mundial. Oxfam se ha enfrentado a las hambrunas de Biafra (1969), de Etiopía (1984), de Níger (2005) y a innumerables desastres que fueron consecuencia de abusos de poder, de políticos corruptos y de decisiones erróneas.
Han pasado siete décadas y casi mil millones de personas siguen hambrientas, no porque la tierra carezca de alimentos suficientes para todos, sino porque las grandes corporaciones y los gobiernos más poderosos imponen todavía sus injustas reglas comerciales. La mayoría de las tierras se dedican a cultivos improductivos. Se calcula que entre tres compañías agrícolas se reparten casi el 90% del comercio de cereales. El 40% del maíz producido en Estados Unidos no está destinado a paliar el hambre, sino a los tanques de combustible. Enormes extensiones del continente africano se venden a precios de saldo a inversores que privan a los africanos de sus propios recursos. El poder es quien decide quién come y quién pasa hambre. La crisis actual se complica por efecto del cambio climático y el aumento de los fenómenos meteorológicos cada vez más imprevisibles. La consecuencia de los anteriores factores, unidos al aumento del precio del petróleo, de los fertilizantes y del transporte, hace que los precios de los alimentos se disparen y, otra vez, se agrave el nivel de la pobreza.
Los consumidores, las redes ciudadanas, y los movimientos sociales tienen la fuerza suficiente para exigir a los líderes políticos que generen nuevos recursos destinados a regular la especulación financiera, ampliar las reservas de alimentos y poner en marcha un fondo mundial para el clima. En www.oxfam.org/crece proponen cómo intervenir. A partir del otoño están convocados el Comité para la Seguridad Alimentaria Mundial, los líderes del G-20 y la cumbre del clima mundial en Durban. Sus decisiones pueden evitar que millones de personas se vayan a la cama con el estómago vacío.
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