Estampas de ayer
30 de Septiembre de 2010 | Mariola Cubells
Gente que tenía miedo a que la despidieran si hacía huelga, porque estas cosas, aseguran, siguen pasando, y que, por tanto, fue a trabajar. Gente que tampoco las tenía todas consigo de que si hacía huelga no hubiera represalias, pero que, segura de que vive en democracia, salió a la calle a protestar contra la reforma laboral y todo lo demás. Gente que no sabía qué hacer. Gente que no sabía por qué había convocada una huelga. Gente que no cree en los sindicatos y que ayer les apoyó. Gente cabreada, triste, eufórica, desolada.
Empresarios de derechas que suelen estar en contra de gobiernos de izquierdas pero que últimamente andaban muy contentos con las nuevas medidas y que ayer, como todos los empresarios de este mundo, de izquierdas, de derechas o de centro, no querían que sus trabajadores hicieran huelga.
Trabajadores cercanos a la jubilación que creían que sus derechos jamás serían recortados, en pleno siglo XXI, en pleno Estado del bienestar, y que se sumaron a la protesta meditabundos. Parados de hace un año, o dos, que ven su futuro incierto incluso con las propuestas de Zapatero que, se supone, habrían de servir para crearles el empleo que no tienen.
Medios de comunicación que no sabían si favorecer con sus titulares a Zapatero o a los sindicatos (algunos medios no tienen línea editorial, ni puntos de vista). Y medios llenos de periodistas en precario que no hicieron huelga por ese miedo del que les hablaba al principio.
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