El terrorismo religioso en el mundo musulmán
Es cierto que Al Qaeda y otros yijadismos islamistas tienen entre sus objetivos a Occidente, sobre todo por sus repercusiones mediáticas, pero no es el principal.
En Europa tenemos largas y sangrientas experiencias de guerras de religión entre cristianos, lo mismo ocurre en el mundo musulmán, donde las guerras de religión entre las distintas facciones islámicas han sido despiadadas y frecuentes. Ahora las guerras sin rostro protagonizadas por el terrorismo islamista multiplican su barbarie en gran parte de las geografías musulmanas y salpican con esporádicos pero crueles golpes a Occidente. No cabe duda de que el atentado contra las Torres Gemelas fue el más espectacular y cinematográfico de la historia del terrorismo. En el catálogo de las crueldades islamistas figura la masacre en los trenes madrileños de Atocha. Acaban de saltar de nuevo las alarmas con el fracasado atentado de Detroit, el ataque frustrado contra el dibujante danés, autor de las controvertidas caricaturas de Mahoma y el psiquiatra militar disparando contra sus compañeros en la base de Fort Hood.
Las especiales circunstancias que rodearon el planificado atentado a bordo del avión que volaba desde Amsterdam a Detroit desataron un auténtico y lógico histerismo por la seguridad en los vuelos con destino a Estados Unidos. La visión de una realidad depende desde donde se mire y a menudo puede desfigurarse. Es cierto que Al Qaeda y otros yijadismos islamistas tienen entre sus objetivos a Occidente, sobre todo por sus repercusiones mediáticas, pero Occidente no es su principal objetivo, ya que el objetivo esencial es hacerse con el poder en los países musulmanes. El número de muertes causadas por el terrorismo islamista entre los musulmanes supera el 90%, mientras las muertes de occidentales no llegan al 10%, incluidos los muertos en las guerras de Iraq y Afganistán.
Desestabilizar regímenes
El mundo musulmán es muy variado y con profundas diferencias, incluso difieren los fundamentalismos que operan con la franquicia Al Qaeda en cada zona. En algunos países dominan las confrontaciones entre chiíes y suníes, que están cargadas de violencias sangrientas. Ahora, casi de repente, aparece en los espejos de la actualidad el Yemen como un avispero islamista. En realidad ya lo era, pero el hecho de que Umar Abdulmutallab fuera entrenado allí lo puso en el punto de mira. Estados Unidos y varios países occidentales han cerrado sus embajadas en Saná, y otros como España han limitado las actividades de sus representaciones. Sin embargo, el objetivo preferente de Al Qaeda en ese país no es atacar en Estados Unidos o en Europa, tampoco renuncia a hacerlo, como hemos visto, pero el verdadero objetivo es desestabilizar el régimen del presidente Ali Abdulá Salé, convertirlo en un estado fallido y constituir un poder teocrático fundamentalista.
Al Qaeda se ha reforzado notablemente en Yemen con liberados de Guantánamo, somalíes, saudíes y talibanes afganos. Obama ha sacado un desconocido discurso belicista frente a Yemen y al terrorismo islamista, con ese discurso y las actuaciones derivadas en los controles de viajeros en los aeropuertos trata de frenar su caída de popularidad. Ha dejado claras sus relaciones con Yemen al decir: “He hecho prioritario el fortalecimiento de nuestra alianza con el Gobierno del Yemen, para entrenar y apoyar a sus fuerzas de seguridad, compartir información y trabajar con ellos en el combate contra Al Qaeda”.
En Somalia también el islamismo radical juega fuerte para hacerse con el poder. Somalia es el ejemplo más clásico de lo que llamamos estado fallido, ya que su Gobierno no controla el territorio y vemos cómo operan los piratas a plena luz. Sin embargo, con ser un peligro y un desprecio a las normas internacionales de la circulación marítima, no son el mayor peligro. El mayor peligro es que cada día la milicia islámica de Al Sabah controla con más fuerza amplias zonas del territorio, y tiene enclaves en la misma capital Mogadiscio.
Pero el gran taller de la violencia del islamismo contra el Islam está en Pakistán. Las matanzas de fieles musulmanes por las milicias islamistas de los talibanes son el pan de cada día. Digo fieles musulmanes porque muchos de los atentados tienen lugar en mezquitas y lugares de culto, casi siempre chiíes. Pakistán, con sus 170 millones de habitantes y poseedor de la bomba atómica, figura entre los candidatos a convertirse en un estado fallido, el presidente Ali Zardari carece de fuerza y autoridad. Los talibanes afganos y sus secuaces paquistaníes se mueven con toda libertad en ciertas geografías del país, por eso no es descabellada la tesis de que ahí tiene Bin Laden su refugio.
El fundamentalismo paquistaní nació al amparo de la CIA en los años 70 y 80 bajo la dictadura de Zia Ul Hak, cuando para apoyar la lucha contra el comunismo se crearon 8.000 madrasas que fueron el gran fermento del radicalismo islamista que florece actualmente. En Iraq queda la resaca del terrorismo suní apoyado en los más incondicionales seguidores de Sadam, cuyos objetivos son con frecuencia los lugares de culto de los chiíes o sus centros sagrados como Kerbala. De la guerra desatada por los Estados Unidos quedará un oscuro conflicto religioso que enfrentará a suníes y chiíes durante bastante tiempo y con resultados inciertos, que obligarán al ejército de EEUU a una particular y atenta vigilancia.
Cambio de estrategia
El escenario más visible y sangriento en el paisaje de los conflictos que tienen como protagonista al islamismo violento es Afganistán. Obama se juega ahí el ser o no ser, también los talibanes se lo juegan todo. Con 40.000 soldados más en las filas del ejército estadounidense y sus aliados, la capacidad de fuego ha aumentado de manera espectacular. Por su parte, los talibanes dicen que tienen más blancos a los que disparar. No hay que ser profeta para predecir que la tragedia y la muerte tendrán ahí uno de sus lugares preferidos para este 2010. El presidente Karzai naufraga en el desprestigio y en la corrupción, por eso les resulta fácil a los talibanes identificar a los extranjeros como invasores. Es una apuesta difícil la de Obama, pero carece de alternativa. Lo que tiene es que cambiar de táctica y estrategia, cambiar ante los afganos su cliché de invasores por el de colaboradores para un cambio en sus condiciones vitales. Que vean cómo mejora su economía, su educación, su sanidad. Afganistán es el título de la película más trágica que posiblemente veremos este año. Además tiene el aliciente morboso de que desconocemos el final. Paciencia y barajar, pero barajamos con cartas llenas de sangre.
En esta guerra sin rostro del terrorismo islámico ha aparecido con cierta fuerza en el año que acaba de terminar la llamada rama magrebí de Al Qaeda. Está formada por antiguos salafistas y jóvenes fanáticos del islamismo radical procedentes de varios países musulmanes. Han encontrado santuarios de refugio en los países situados de la franja del Sahel, al sur del Magreb, como Mauritania, Malí, Níger o Chad. Se financian con secuestros y con el tráfico de drogas como heroína y cocaína. Tiene varios secuestrados, entre ellos los tres españoles. En Marruecos y Argelia han dado importantes zarpazos, pero les resulta difícil implantarse. Tampoco lo logran en Túnez. Las desavenencias y confrontaciones políticas entre los países del Magreb les resta eficacia a la hora de combatirlos. Los gobiernos de Argelia, Marruecos y Túnez se han señalado como objetivo primordial para este año eliminar el terrorismo islamista.
Lo que está claro es que para vencer el terrorismo islamista tanto Estados Unidos como Occidente tienen que contar con el Islam. Con el Islam que llamamos moderado, porque ese Islam existe y es la víctima más directa de los islamistas. Existe, aunque los profesionales de la islamofobia lo nieguen.
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