EL REALISMO RUSO DE REPIN
Catedrático
El movimiento pictórico realista en favor de la observación de la realidad, surge de forma esporádica en diversas etapas de la historia del arte, como en el siglo XVII tras la crisis del manierismo. Pero el realismo del siglo XIX surge en Francia entre 1835 y 1860 constituyendo una reacción contra la sensibilidad romántica y contra el rigor neoclásico. Lo inician Coubert, Daumier y Millet principalmente. El realismo de Coubert no aparece hasta el triunfo de la revolución de 1848 y se afirma con Manet y Degas en 1860. El realismo supone la disolución de la visión clásica y la liberación de la técnica pictórica. Se huye de la pintura mitológica e histórica, se busca el paisaje y los tipos populares, así como los temas políticos y sociales. Frente al subjetivismo, lo objetivo. El positivismo filosófico y científico, el socialismo y la creciente revolución tecnológica, están en la base de este movimiento. Cuando a mediados del siglo se tomó conciencia de la transformación traída por la ciencia y la industria, una corriente irresistible arrastró a los espíritus y al gusto hacia el realismo. Salido de Francia alcanzó pronto Europa entera. El realismo en Rusia abrió brecha en el academicismo obligando a mirar la vida y meditar la pintura.
Ilia Efimovich Repin (1844-1930) es el más importante pintor realista ruso. Rusia, debida a su situación sociopolítica, entra en el realismo cargando sus tintes sociales como elemento esencial del cuadro. En esta exposición de la Sala de San Eloy, podemos contemplar excelentes cuadros de Repin y sus contemporáneos realistas. Lástima que no estén presentes las obras más famosas de Repin, como Los sirgadores del Volga , donde denuncia la miseria del pueblo; Los cosacos zaparogos respondiendo al sultán de Turquía , en la que celebra la leyenda y la historia rusa con un espíritu chauvinista; o el cuadro de Iván el Terrible y su hijo de gran dramatismo. En ellos sabe dar vida a la multitud, con su movimiento, su algarabía o su trágica situación. Son cuadros que recuerdan a Velázquez o Frans Hals, por su virtuosismo, riqueza de color y su técnica suelta de grandes pinceladas de extraordinaria expresividad.
En el género del retrato, Repin revela su especial don para captar el carácter de cada personaje. Es notable su autorretrato a los treinta y cuatro ańos. Sobre un fondo y vestido oscuros, destaca el torso con el blanco cuello de la camisa. Gira levemente el rostro a su izquierda y nos mira de frente con fijeza observadora y cierta desconfianza. El rostro alargado y estrecho indica un tipo nervioso, excitable, irritable, dotado de sensibilidad, cualidades todas de un personaje interesante. Los ojos pequeńos e inquietos sugieren vivacidad intelectual; las cejas largas indican vitalidad y su proximidad a los ojos atención concentrada; la nariz larga sensibilidad y aficiones intelectuales y las aletas bien dibujadas vitalidad y amor a la libertad; los labios muy cerrados, orden y meticulosidad y la boca algo saliente, cierta avidez conquistadora; el recio bigote da seriedad al personaje. Entre los retratos pintados por Repin, destaca el de la joven S.M. Dragomiruva . Aparece sentada. Su aspecto es de vigorosa y sensual prestancia, vestida con un traje típico verde, moteado de pequeńos vellones rojos y sobre la camisa blanca, los toques amarillos y verdes de los collares y las cruces doradas. Sobre el pelo negro un sombrero con flores lisas. Su actitud es meditabunda con el codo izquierdo apoyado en una mesa y sosteniendo con la mano doblada la cabeza, mientras apoya la otra mano en el regazo. Es un magnífico cuadro que irradia serenidad y buen hacer. Otros buenos retratos son los de Rubinstein en actitud de dirigir, con la batuta en alto, mirando la partitura; el de Rinski Korsakov, el de un bielorruso, que parece abocetado y el del fisiólogo.
Hay que destacar otros cuadros de Repin, como el que inicia la exposición, titulado La procesión , estudio sociológico de los campesinos que buscan en la religión el alivio de sus males y de su pobreza. Dos cuadritos renuncian ya el impresionismo, el titulado Comida jubilar que con su alegría y atmósfera vaporosa recuerda el Folies Berg¨re de Manet, y el de la Choza ucraniana , con su casita encalada de techo de paja y cercas de madera, lleno de ternura.
Por último, hay un austero bodegón zurbaranesco, Manzanas y hojas .
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