El psicópata okupa
Hace unos días, en Zaragoza, a un señor de Tarrasa lo mataron por lucir unos tirantes con la bandera española, opción estética discutible, pero que no justifica el fallecimiento: si todos fuésemos por ahí eliminando a la gente cuyo aspecto no nos gusta, no haríamos otra cosa en todo el día y la CUP se vería notablemente diezmada (así como el colectivo de altos ejecutivos que llevan esas camisas de cuello blanco y pechera a rayas que detesto profundamente). Se lo cargó un joven chileno, Rodrigo Lanza, después de llamarle facha, insulto muy popular por estas tierras, sobre todo en boca de quienes se hacen llamar antifascistas, aunque son igual de fascistas que aquellos a los que odian. El señor Lanza era un reincidente en el crimen, pues años atrás dejó tetrapléjico a un guardia urbano, Juan José Salas, arrojándole un buen pedrusco desde una casa okupada en la que se celebraba una juerga de la que se habían quejado los vecinos. En su momento, el hombre lo negó todo –igual que ha hecho ahora, elaborando una versión alternativa de los hechos que solo se traga su madre, Mariana Huidobro, quien se queja de que el niño está en una celda tan pequeña que puede afectarle psicológicamente y que está al frente de una asociación pro derechos humanos, Iridia, contratada por el ayuntamiento de Barcelona y responsable de un manual de autodefensa para los que quisieran participar en el referéndum ilegal de independencia del pasado 1 de octubre en Cataluña–, pero le cayeron cinco años de cárcel. Según él y su abogado –Jaume Asens, actual tercer teniente de alcalde de Barcelona–, Lanza fue víctima de un montaje policial y se le cargó el muerto –perdón, el tetrapléjico– porque era un pobre okupa antisistema y había que culpabilizar a tan noble colectivo.
En 2013, el documental Ciutat morta, dirigido por Xavi Artigas y Xapo Ortega, abundaba en esa teoría, dedicando gran parte de su metraje a las declaraciones de Lanza y Asens. Y como en mi ciudad somos muy progres, Ciutat morta fue galardonada con el premio Ciudad de Barcelona: los directores se negaron a darle la mano al alcalde Trías, pero no le hicieron ascos al dinerito que venía con el premio y que, probablemente, entregaron a alguna asociación benéfica en vez de invertirlo en una cámara mejor, ¿no creen?
Desde que Rodrigo Lanza se cargó a golpes y patadas a Víctor Laínez, un señor de Tarrasa bastante de derechas y que se trataba con moteros y legionarios, la prensa de mi ciudad está pasando por el tema como de puntillas, como si se prefiriese no remover la mierda, no fuese que muchos tuvieran que reconsiderar su actitud antisistema cuando los hechos del 4 de febrero de 2006, que concluyeron con un guardia urbano en silla de ruedas para lo que le quedara de vida. TV3 comentó la noticia y no volvió a insistir. Yo creo que, si a la víctima la hubiesen ejecutado por lucir unos tirantes con la senyera o, sobre todo, la estelada, TV3 hubiese adoptado una actitud muy diferente, concediéndole al asunto todo el tiempo necesario en sus telediarios y hasta programas especiales, pero como el muerto era un facha español, pues ahí se queda, ¿no?
No hemos oído ni una palabra al respecto por parte de los autores de Ciutat morta. Ni de Jaume Asens, que tan ardorosamente defendió en su momento la inocencia de Lanza. Ni de su jefa, Ada Colau, la reina de la solidaridad y el buen rollo. No he visto muchos minutos de silencio por el difunto ni demasiadas muestras de solidaridad. Ninguna manifestación. Solo silencio y esperar a que escampe la tormenta. Cualquier cosa antes de reconocer que tal vez mucha gente se equivocó con Rodrigo Lanza y quiso ver en un psicópata a un héroe de la clase obrera, un símbolo de la lucha contra el sistema o una víctima de esta sociedad capitalista y patriarcal. Un papel que Lanza aceptó de muy buen grado, ya que, probablemente por primera vez en su vida, era alguien y se le escuchaba y aplaudía, aunque representase para el movimiento okupa un papel muy parecido al de Charles Manson con el colectivo hippy de la California de los años sesenta.
Si cuando lo del pedrusco negó ser el responsable y denunció torturas y malos tratos a cargo de la policía, ahora se queja de las dimensiones de su celda. Después de dar una versión de los hechos inverosímil: él estaba tranquilamente en el bar, tomándose una cervecita, cuando un energúmeno fascista le insultó y le atacó con una navaja; lo único que hizo fue defenderse; igual se le fue la mano en la defensa, pero ya se sabe que esas situaciones son muy difíciles de gestionar con proporcionalidad. Lamentablemente para Lanza, la navaja no apareció por ninguna parte y las heridas del difunto habían sido infligidas por la espalda, como habían presenciado, por otra parte, los demás clientes del establecimiento. Aún así, no falta quien le crea, empezando por su madre, siguiendo por una grotesca activista post porno que ya andaba metida en lo de febrero de 2006 y acabando por todo tipo de tuiteros anti sistema dispuestos a creerse cualquier cosa que coincida con su visión de la existencia.
Tengo la teoría de que la Barcelona okupa es un terreno tan fértil para los psicópatas como la California hippy del difunto señor Manson. Si no estás muy bien del coco y tienes tendencias violentas, ambos entornos te permiten insertarte en ellos aparentando ser un resistente a un sistema que, ciertamente, da un poco de asco. Había mucha gente perdida en la era hippy y tiene que haberla también en el movimiento okupa, gente que pudo acabar compartiendo casa con Lanza como la compartieron con Manson los miembros de su siniestra y falsa familia. Que la sociedad actual tiene defectos y miserias a granel es algo que no se les ocurre únicamente a los okupas, pero éstos se diferencian de los demás en que creen haber encontrado un modo de vida alternativo, digno y noble. La mayoría son inofensivos, pero el ambiente permite que se cuele gente como el señor Lanza: a saber qué horrores acumula ese hombre en el cerebro, pues hay que tener en cuenta que su abuelo materno, el almirante Huidobro, fue uno de los hombres de confianza del infame general Pinochet. Rodrigo no es, pues, la primera bestia negra de la familia.
Me pregunto qué estarán pensando todos esos que lo trataron y que no supieron ver quién era en realidad: los directores del documental, Jaume Asens…Igual Rodrigo solo fue para ellos alguien al que podían utilizar para su propio interés: hacerse el sensible, ganar dinero, prosperar en la vida… A veces, un asesino puede ser también un tonto útil.
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