El mozo de estoques
En la profesión taurina existe una gran variedad de categorías. Una de las más modestas la constituyeron los mozos de estoques. Estos hombres suelen pasar inadvertidos, lo que no quiere decir que no cumplan, dentro de su peculiar esfera, con un cometido importante, mucho más importante de lo que mucha gente supone. Ellos son los que mueven silenciosamente muchos hilos que salvo casos extremos, permanecen en el anonimato de los públicos.
En tiempos anteriores, conocíamos a muchos de estos servidores de célebres toreros, que supieron compartir con ellos durante largos ańos las penas y alegrías de la profesión taurina.
Todo mozo de estoques que figuraba en la plantilla de personal de un torero más o menos monstruo tenía que conocer al dedillo, horas de trenes, distancias, tarifas, facturación de equipajes, así como ingresos y gastos, trato con incondicionales del torero, invitaciones, etc. Todo un relaciones públicas, que además velaba el descanso del maestro y mantenía su ropa limpia y dispuesta para la prolija tarea de vestir a su jefe guardián de las espadas o estoques, lo veréis por el callejón correr silenciosamente, para estar en todo momento a prestar su servicio. Fija siempre la mirada en su matador, reflejan en sus semblantes los avatares de la lidia, y en los instantes dramáticos de la cogida, muchas veces los vimos saltar la barrera para defender la vida del torero.
Supongo que el mozo de hoy, al menos estas preocupaciones en cuanto al trámite, horarios, trasbordos, equipajes, botijo y otras cargas son menesteres que han pasado a la historia. Hoy la vedete se traslada en jet privado, en caravana encamada o turismo de lujo que marchan a 200 kilómetros/hora cruzando la piel de toro. Sin embargo, creo que aún ahora, este cargo de subalterno es tan difícil como cualquier otra actividad sobrada de dificultades. Y, además, tan honorables mozos cobran un pico.
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