El inventor aislado
El escritor necesita aislarse para inventar historias, solo así podrá convencerse de que son únicas e inexistentes.
Es asombroso que muchas personas se consideren de profesión inventor y dediquen su vida a patentar proyectos que en la mayoría de los casos nunca se llevan a la práctica. Un piloto de una compañía aérea llamado José María Roncero cuenta en El País que hace dos décadas inventó y, lo que tiene más mérito, patentó en Estados Unidos un avión con turbinas que en vez de llevar alas volaría con giróscopos (discos que giran sobre un eje) con el fin de que consumiera menos combustible y fuera más veloz. Parece que la NASA se interesó por esta especie de platillo volante, pero el invento no cuajó. El piloto, sin embargo, no se rinde y ahora quiere comercializar un práctico artilugio para almacenar mediante un imán los utensilios de limpieza, con el que ganó una medalla en la Feria de Invenciones de Ginebra. En dicha feria se presentaron este año inventos tan extravagantes como los que llevaba incorporados a su cuerpo el inspector Gadget en la famosa serie de dibujos animados: botas militares inteligentes con sensores para detectar los niveles de radiactividad, una herramienta para pelar gambas o un palo retráctil para apoyar la espalda mientras se está de pie.
Estos personajes no solo tienen el mérito de poner a trabajar su imaginación, poseen, además de la voluntad de inventar, la tenacidad para convencer a los demás de que sus ideas son únicas y novedosas. Todos hemos soñado alguna vez con aparatos que nos hagan la vida más cómoda, pero dejamos de lado la idea al creer que todo está inventado. Es la diferencia entre nosotros y el genio que ideó la fregona, un simple utensilio doméstico que liberó a los limpiadores de suelos del mundo de la incomodidad y la humillación de arrodillarse. Seguramente a muchas personas se les había ocurrido antes, de hecho, ya existía algo similar en EEUU, pero solo un ingeniero español, Manuel Jalón Corominas, tuvo el talento y la perseverancia de perfeccionarlo, patentarlo y exportarlo a los cinco continentes. No tardó mucho en vender su patente a una multinacional para dedicarse a inventar otro utensilio revolucionario, la aguja hipodérmica desechable. Motivos por los que figura en las enciclopedias como uno de los inventores españoles más importantes del mundo. No en vano ha evitado que millones de personas enfermasen de bursitis o artrosis en las rodillas y se contagiaran de enfermedades infecciosas letales.
Los inventores me recuerdan a El escritor aislado, título del discurso que Javier Marías ha pronunciado en Salzburgo para agradecer el Premio de Literatura Europea que le han dado este verano. Le felicito por tener un premio en cuya nómina aparecen escritores tan insignes como Italo Calvino, Simone de Beauvoir, Ionesco o Umberto Eco; también por sus sabias reflexiones sobre lo que considera, en esta sociedad vertiginosa, las grotescas ansias de pasar a la posteridad y sobre la necesidad que tiene el escritor de aislarse para inventar historias, porque solo así podrá convencerse de que son únicas e inexistentes. El contacto con el exterior le llevará a pensar en los millones de páginas que existen parecidas o mejores que las suyas y a rechazar la idea de que su escritura es original y novedosa.
Comentarios recientes