El hombre que siempre nos hará falta
La muerte de Paul Newman ha dejado huérfanos a todos los amantes del cine, que aplauden sus bondades. A Hollywood apenas le quedan estrellas, salvo las del Paseo de la Fama. Los actores lloran su pérdida.
Hay momentos en que los sentimientos no pueden traducirse en palabras, he perdido a un amigo de verdad”. Apenado por la noticia de su muerte, Robert Redford decía de su compañero en Dos hombres y un destino (1969) y en El golpe (1973): “Mi vida y mi país fueron mejores gracias a su existencia”. En Roma, tras acudir al Festival de Cine de San Sebastián, donde se la homenajeó, la actriz Meryl Streep hablaba de Paul Newman con cariño: “Le echaré de menos, todos le echaremos de menos. No hay otro como él. Tuvo una vida de la que puede estar orgulloso: comprometido con los más necesitados, un buen padre, un buen marido y un actor maravilloso. Único. Es el hombre que siempre nos hará falta”. Sally Field, que trabajó con el actor en Ausencia de malicia (1981), destacaba su bondades. “Fue una bendición haberle conocido. A veces Dios crea gente perfecta, Paul Newman era una de ellas”. Las palabras de su entrañable compañera en La gata sobre el tejado de zinc (1958), Liz Taylor, resume a la perfección el sentimiento de todos los mortales, de aquellos que le conocieron o que disfrutaron de sus películas o de sus salsas y palomitas: “Quería a ese hombre con todo mi corazón, era todo nobleza, amabilidad y pura integridad. Sé que amaba a su familia, a su esposa, al mundo y a la humanidad. Conocerle y ser su amiga fue algo tan dorado como un amanecer y fue un privilegio que jamás olvidaré. Que Dios le acoja para siempre”.
La familia
¿Qué pasará ahora que él se ha ido? Hollywood llora su ausencia. También el resto del mundo. Durante toda su vida Paul Newman supo mantener los pies en el suelo y no se dejó arrastrar por los halagos de la industria, aunque supiera que eran ciertos. Era –fundamentalmente– un hombre bueno y discreto, dos cualidades que destaca su familia. Tras su fallecimiento, el pasado 26 de septiembre, sus cinco hijas –Susan, Lisa, Eleanor, Melissa y Claire– emitieron un comunicado en el que destacaron su humildad y el gran valor que daba a su vida privada. “Ha muerto como vivió, de una manera discreta. Fue un artista humilde, nunca se creyó una estrella”. Y añadían: “Papá estaba inmensamente agradecido por la suerte que había tenido. Siempre decía: ‘Ha sido un privilegio haber estado aquí’. ¡Era un tipo increíble!”. Fue un padre comprensivo y cariñoso, abuelo adorable, esposo devoto y un entregado fi lántropo. A pesar de lo complicado que es el mundo del cine en cuanto a afectos, Paul Newman fue un esposo ejemplar. Durante el rodaje de Un largo y cálido verano conoció a la actriz Joanne Woodward y jamás se separó de ella. Él estaba todavía casado con la actriz Jackie Witte, con la que tuvo tres hijos: Scott, Susan y Lisa. Con Woodward tuvo tres hijas: Eleanor, Melissa y Claire. La muerte de su primogénito a causa de las drogas le hizo ver la vida de otra manera. Creó la fundación Scott Newman para ayudar a los chicos a salir de las drogas. También una línea de productos alimentarios, la Newman´s Own (salsas, palomitas…), cuyos benefi cios van íntegramente a causas benéfi cas. En cuanto a su matrimonio con la Woodward, fue eterno. Cincuenta años de convivencia y doce películas juntos, la más reciente fue Esperando a Mr. Bridge (1990) a las órdenes de James Ivory. En cierta ocasión, refi riéndose a su mujer, el actor comentó: “No tiene sentido salir para comer hamburguesas cuando tienes un solomillo en casa”.
El trabajo
Paul Newman rodó 56 películas, la mayoría excepcionales y a las órdenes de directores tan destacados como Richard Brooks, John Huston, Michel Curtiz, Sydney Pollack, Sidney Lumet, Martin Scorsese, Robert Benton… Y cortejó a las mujeres más deseadas de Hollywood. La lista es interminable, como aperitivo van algunos nombres: Charlotte Rampling (Veredicto, 1982), Faye Dunaway (El coloso en llamas, 1974), Ava Gardner (El juez de la horca, 1972), Eva Marie Saint (Éxodo, 1960), que ha dicho: “Su legado humanitario es inigualable”; Jacqueline Bisset (El día del fi n del mundo, 1980), Susan Sarandon (Al caer el sol, 1998) y Robin Wright Penn (Mensaje en una botella, 1999). Ellos también tuvieron el privilegio de trabajar con la leyenda. Tom Cruise no paró hasta colarse en El color del dinero (1986) con el que Newman consiguió un Oscar, para muchos tardío. Era una especie de continuación de El buscavidas (1961), otro de los títulos más destacados del actor. Kevin Costner, Daniel Craig, Tim Robbins y Tom Hanks, en Camino a la perdición (2002), su última película. Sam Mendes, el director, ha dicho de él: “Decir que fue un hombre extraordinario es quedarse corto. Trabajar con él fue la cumbre de mi vida profesional”. Luego se limitó a poner voces en películas de animación y en 2007, ya enfermo, dijo defi nitivamente adiós al cine. “Me gustaría ser recordado como un tipo que lo intentó, que trató de ser parte de su tiempo, que buscó algo de decencia en su propia vida, que quiso engancharse como ser humano”, escribió en sus memorias.
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