El F5 de la nueva religión
Su mito fundacional se concentra en una brillante manzana encarnada. Le confiamos nuestras pulsiones más íntimas.
Tiene más información sobre nosotros que nuestros seres más queridos.A su modo, y por nuestro bien, nos controla. Su mesías en la tierra suele pontificar desde un púlpito que acapara todos los focos.
Es una guía para nuestros pasos. A veces pasa el cepillo para ciertas donaciones. Sus mandamientos, siempre guardianes de nuestra plantilla moral, se actualizan cada poco. Y su amable color es el blanco, el más níveo de los blancos, el más purificador.
Amén.
¿De quién estamos hablando? De la fe y del papa Benedicto XVI, dirán algunos. De Apple y Steve Jobs, apostillarán otros. No se peleen, terciará el arriba firmante. En realidad, ambos tienen razón.
La iglesia católica de Mishawaka, en Indiana, ha auspiciado una aplicación de iPhone para que el arrepentido penitente confiese sus pecados siguiendo una plantilla. Por solo 1,59 euros, quizás menos de lo que se dejaría como “la voluntad” en el cepillo de la capilla, se puede realizar un examen de conciencia, repasar los mandamientos, incluso listar nuevos (el adjetivo “originales” no cuadra aquí) pecados.
Como sucede con los discos del Papa, la aplicación ha sido un exitazo y se ha colocado entre las 50 más vendidas en iTunes. El Vaticano se ha apresurado a decir que esa aplicación solo es una guía, que se requiere el cara a cara para sublimar el sacramento (otras profesiones han acabado con los nuevos tiempos)
Como hemos visto en el primer párrafo, las relaciones (siempre castas, nunca promiscuas) no acaban ahí. Nuestros datos, nuestros gustos, incluso nuestras confesiones por mail quedan grabadas y meciéndose en un limbo al que alguien tiene acceso. Son omnipresentes. Pero es que además, en el caso de Apple y de su tienda, ejercen de filtro moral.
La compañía de los aparatos blancos como sotanas papales ya ha avisado de que en marzo pondrá más condiciones, pero de momento ya han evitado que salgan en iPad tanto chicas ligeritas de ropa de la revista Esquire que entrarían hasta en un catálogo victoriano como clásicos como el Ulisses de James Joyce (en su versión cómic).
En esta nueva fe, que todos abrazaremos, el control de la moralidad va ligado al control económico. Otra coincidencia.
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