El chaval de la chancla
No sé si alguien se acuerda todavía del general Vernon Walters (1917-2002), aquel señor que aparece en la famosa foto de Franco y Eisenhower en el Madrid de 1957, sonriente y bendiciendo el encuentro de ambos paladines del anticomunismo. A mí me vino a la cabeza hace unos días, mientras veía por la tele el encontronazo entre Rodrigo Rato y el líder de la CUP, David Fernàndez (ya lo sé, el acento debería ir hacia el otro lado, como apellido español que es, pero ya sabemos que los nacionalistas no pierden la más mínima ocasión de sobreactuar). Recordé entonces los vanos esfuerzos del periodismo progresista por cuadrar al general Walters en las pocas entrevistas que concedió en nuestro país: invariablemente, le enviaban al correoso conspirador, curtido en innumerables golpes de estado fascistas en Sudamérica, a un pobre progre con barba que acababa destruido por la lengua asesina de su Némesis, quien se pasaba la entrevista exhibiendo una sonrisita torva y una expresión de estar pensando en las posibilidades recreativas de la picana y el barreño lleno de agua. Exactamente igual que Rato ante el perroflauta que le habían puesto delante para que se lo comiera con patatas.
Todos sabemos que el señor Fernàndez (con acento hacia donde no es) aprovechó la ocasión para obtener sus quince minutos de gloria, blandiendo una sandalia espantosa con pinta de poder echar a andar sola si no la llega a tener bien sujeta su dueño. Algunos hubiésemos preferido que, en vez del numerito demagógico de corte arábigo, el bueno de David se hubiese preparado mejor el encuentro con su Darth Vader particular en vistas a darle donde más pudiese dolerle, pero me temo que eso era mucho pedir: en vez de morder, optó por ladrar. Y mira que la trayectoria del señor Rato es de traca: no vio venir la crisis desde el FMI, contribuyó decisivamente al despiporre de Bankia y no creo que tarde mucho en hacerle un siete al Santander; todo ello, además, sin bajarse del burro, luciendo una actitud arrogante y sin el menor asomo de autocrítica. A un tío así dan ganas de crujirlo en público, pero no hay manera si lo mejor que encontramos para intentarlo es a un perroflauta en chancletas.
Triste es reconocerlo, pero el hombre del acento al revés no da más de sí. Y al próximo que me salga con lo de que ha leído a Hannah Arendt, lo estrangulo con mis propias manos. Ya sé que la mayoría de los diputados catalanes solo leen la prensa deportiva, pero de ahí a convertir en un gran intelectual a un chaval que ha leído cuatro libros hay un gran trecho. Lo que pasa es que, basándose en su pasado de okupa y agitador alternativo, sus señorías esperaban ver llegar al Parlamento catalán a un troglodita, y se sorprendieron al toparse con un chico correcto y con su culturilla. Al comprobar que, aparentemente, todo se reducía a una cuestión estética vasco-chancletera, pues el chaval era independentista (como todo buen catalán), nuestros próceres se relajaron. Y motivos no les faltaban: los chicos de la CUP, pese a sus esporádicas salidas de tono y su supuesto radicalismo, se integran perfectamente en el ecosistema político catalán y resultan absolutamente inofensivos. Pese al traje y la corbata, en la Cataluña catalana molestan más los diputados de Ciutadans que la cuadrilla de Fernàndez. Sí, vale, tienen unos referentes espantosos: los abertzales vascos (tanto a nivel estético como ético: nuestro hombre se pasaba la vida en Bilbao participando en todo tipo de actos lamentables y nunca se le ha visto muy preocupado por los que encajaban el tiro en la nuca), ciertos tiranuelos sudamericanos como Castro y Chávez, la obsesión palestina que les ha llevado a bordear el antisemitismo… Pero no dejan de ser esos nietos díscolos de Jordi Pujol que pretenden lo mismo que el patriarca, pero desde una óptica supuestamente progresista, basada en el hecho incontrovertible de que si tus padres eran de Zamora, lo más normal es que tu aspires a la independencia de Cataluña.
Aparentar que eres la solución en vez de parte del problema tampoco es nada nuevo: los saldos del PSUC agrupados bajo las siglas ICV (Iniciativa per Catalunya-Verds) llevan años haciéndolo y no parecen dispuestos a enmendarse. En ese sentido, como alternativa falsa a una izquierda no menos falsa, la CUP es insuperable. Lástima que no sea el partido de extrema izquierda que cree ser, por mucho berrido que se pegue y mucha chancleta que se agite ante los enemigos del pueblo.
Revisitemos ese episodio con Rato que a mí tanto me recordó los ataques progres al general Walters. Como enemigo del pueblo, el señor Rato también es insuperable, pues representa lo peor de la derecha egoísta y carente de compasión. Como representante del Lado Oscuro, don Rodrigo merecía un contrincante a su altura, y lo único que se encontró delante fue a un demagogo en chancletas que le envió melodramáticamente al infierno, le llamó gánster, amagó un zapatazo que no llegó a materializar y se fue a casa convencido de haber puesto en su sitio al demonio neoliberal.
No se me va de la cabeza el momento en que Fernàndez le preguntó a Rato si no tenía miedo y éste se lo quedó mirando con una expresión de profundo desprecio y le espetó: “¿De quién? ¿De usted?”. Solo le faltó una risotada cruel como las del doctor Fumanchú o el perverso líder de Espectra, Ernst Blofeld. Mientras el líder de la CUP se llevaba las palmaditas de los demás perroflautas del partido, imagino a Rodrigo Rato entrando en su coche de cristales tintados, echándose a reír y pensando que si todo lo que tiene la sociedad para ponerle en su sitio es al señor Fernàndez, puede dormir tranquilo hasta el día del Juicio Final y seguir contribuyendo sin riesgo alguno a que el mundo sea un sitio mucho peor de lo que ya es.
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