El auge de los festejos populares
Con la llegada del verano, y en especial el mes de agosto, Espańa se convierte en una fiesta contInúa. Miles de municipios, desde los más humildes a los de mayor importancia, celebran sus fiestas patronales e incluyen, en su mayoría, actividades que otorgan gran importancia al toro.
Para los aficionados, los festejos taurinos más importantes son las ferias con corridas sucesivas, novilladas y rejones que se celebran en las capitales de provincia o las localidades de mayor importancia. Al margen de estos festejos mayores, existen otras formas de disfrutar con el toro en los pueblos con un menor presupuesto dedicado a tal fin, como son los festejos menores, también denominados populares, que, como su nombre indica, son aquellos en los que la población participa directamente en la lidia de los animales.
Entre éstos, se incluyen las novilladas sin picadores o becerradas, en las que si bien actualmente su celebración es similar a la de los festejos mayores, aún hay localidades en que el público se encuentra en el ruedo durante la lidia, como ocurría antiguamente. El resto son, fundamentalmente, capeas y encierros, tanto urbanos como a caballo, que gozan de gran predicamento en la provincia salmantina y toda Castilla y León, sueltas de reses por las calles y, desde hace unos ańos, los concursos de recortadores, una nueva modalidad taurina muy de moda.
Lo curioso es que todas estas formas, que se podrían llamar de tauromaquia primitiva, están alcanzando un calor popular, que primero se empezó a echar de menos en las novilladas picadas y, actualmente, en las corridas de toros.
Aceptación
Incluso, los festejos de rejones hace tiempo que producen mejores entradas de público en taquilla, pudiendo también ser considerados como un tipo de lidia históricamente anterior al toreo a pie.
Pese a que, prácticamente, desde que la fiesta de toros existe, se habla de que está en crisis. Posteriormente, el tiempo demuestra que no es para tanto, nunca se había dado una situación como la actual. Esta regresión hacia las formas taurómacas más ancestrales, basadas en el juego ante el toro a cuerpo limpio, sin reglas, demostrando desinterés y banalización hacia la máxima evolución que supone el toreo a pie, debe tener un significado a buscar y del que sacar conclusiones.
Hay que tener en cuenta que las diferencias son abismales. La fiesta de toros es un espectáculo, por encima de todo, claro que, la mayoría de las veces no produce en el espectador la satisfacción de haber amortizado su dinero. En esta bajada de calidad las razones son múltiples. Además, se trata de un espectáculo con demasiada sangre, cada vez más políticamente incorrecto, muy mal vendido en los medios de comunicación y, en general, con mala prensa en el que el problema de fondo es la pérdida de sensación de peligro que da el toro al haberse roto el equilibrio de la lidia, de la que parte como ganador con ventaja el torero por la existencia de un tercio de varas absolutamente demoledor, como nunca en la historia, pese a todo lo cual el riesgo y mérito de sus distintos participantes es infinitamente superior.
Sin embargo, los festejos populares son gratuitos, a los animales no se les castiga más que con el lógico cansancio de correr contínuamente y la sensación de peligro está patente porque el animal se encuentra exultante, en toda su plenitud, sin manipulaciones y frente a él, personas tan normales como los espectadores que los presencian o como mucho con algunas habilidades como el recortar, además de que el espectáculo está asegurado.
Muestra de este auge, es la aparición reciente de dos revistas nacionales encargadas de divulgar las fiestas populares, la valenciana Bous al Carrer (Toros en la calle ), que pese a su título está escrita en castellano, y La Talanquera , basadas en los reportajes que mandan aficionados desde distintas localidades. Sin embargo, el toreo a pie tan sólo goza de dos publicaciones de máximo nivel: 6 Toros 6 y Aplausos , en las que escriben las mejores plumas.
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