Egipto cierra los túneles y convierte a Gaza en bomba de relojería
Una calma sepulcral impera allí donde normalmente traquetean innumerables generadores de electricidad, resuenan los motores de los camiones y se escucha trajinar a cientos de trabajadores: en la zona fronteriza entre Egipto y la Franja de Gaza, donde acaban los túneles de contrabando. Y es que desde el derrocamiento del presidente Mohamed Mursi, hace casi un mes, el Ejército egipcio actúa con mano dura contra estos pasadizos.
El enclave palestino, que sufre el bloqueo de Israel, recibía por esta vía no sólo armas, sino también cemento, acero y productos químicos, así como combustible subvencionado de Egipto. Israel también lo suministra, aunque tres veces más caro que el precio del mercado. Igual que los alimentos israelíes, que son mucho más caros que los egipcios. Y ahora, todo resulta demasiado costoso para los residentes de la Franja de Gaza.
La falta de suministros afecta con especial dureza al sector de la construcción, que prácticamente se encuentra paralizado. Debido a ello, el desempleo crece drásticamente y la emergencia social aumenta. Tan sólo hay electricidad unas horas al día, entre la medianoche y la madrugada. “El cierre de los túneles sin la apertura de otros canales de importación convierte la Franja de Gaza en una bomba de relojería en marcha que en cualquier momento puede estallar”, advierte Sami Abu Seif, un ex empleado de la Autoridad Nacional Palestina.
El Ejército egipcio inundó los túneles con aguas residuales, los voló y tapó las entradas con bulldozers y arena. “La situación vuelve a ser tan mala como después de 2007”, dijo Abu Ammar, que gestiona uno de los pasadizos. Entonces Israel impuso el bloqueo a la Franja de Gaza y Ammar, de 48 años, tuvo que despedir a sus 20 empleados, dejándolos sin salario.
Naciones Unidas ha hecho saltar las alarmas. Un 80 por ciento de los túneles están inservibles, dijo el coordinador de Naciones Unidas para el proceso de paz en Cercano Oriente, Robert Serry, en el informe remitido al Consejo de Seguridad. Si las posibilidades de importar no se amplían por los pasos fronterizos legales en la Franja de Gaza, empeorará la ya precaria situación económica y humanitaria.
Serry teme que la miseria y frustración en ese territorio aislado del mundo pueda transformarse en violencia contra Israel. Y que esto suceda justo ahora, cuando Israel y los palestinos moderados del presidente Mahmud Abbas en Ramallah intentan retomar las conversaciones de paz bajo mediación estadounidense.
“Cualquier violación del alto el fuego (alcanzado con Israel en noviembre pasado) por el lanzamiento de cohetes (a Israel desde la Franja de Gaza) en este momento político especialmente crítico sería no sólo inaceptable, sino completamente irresponsable”, advirtió Serry a Hamas y otras milicias en el enclave costero. En miércoles pasado cayeron en Israel dos o tres granadas lanzadas desde ese territorio.
Durante el año que ha estado el presidente Mursi en el poder, los gestores de los túneles tenían el camino libre y la economía floreció en la Franja, pues los líderes de Hamas tenían las puertas abiertas en el palacio presidencial de El Cairo y la población tuvo menos dificultados para salir del enclave por el paso egipcio de Rafah. Pero eso ahora es pasado. Y los habitantes de la Franja de Gaza esperan saber qué les deparará a ellos el futuro de Egipto.
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