Draghi tiene más munición en la recámara
El Banco Central Europeo tiene capacidad para aplicar medidas más drásticas que la bajada de tipos de interés si la caída de precios amenaza la recuperación.
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha dejado pasar la oportunidad de poner el dinero en la Eurozona a un precio denominado de “cero técnico”, como le pedían muchos expertos. En la actualidad, el precio oficial del dinero se sitúa en el 0,25%, cifra que condiciona un euríbor ligeramente por encima del 0,50%. Sin embargo, esto no es más que la parte visible de unos tipos de interés que en realidad son más bajos. El propio BCE lleva ya tiempo sin pagar un solo euro a los bancos cuando depositan su dinero en sus cuentas abiertas en la entidad. Lo dejan a interés cero en lugar de prestarlo y reactivar la economía.
Esta circunstancia, unida a los efectos negativos sobre la demanda de los consumidores provocados por la larga crisis económica, ha puesto a Europa al borde de la deflación (inflación negativa). Solo la posible amenaza de que los precios reales comiencen a bajar en lugar de subir ha puesto en guardia a numerosos analistas que reclaman del BCE medidas más contundentes para que el crédito bancario llegue finalmente a las familias y las empresas. Es más, en las horas previas a la reunión del consejo del Banco Central Europeo del pasado jueves 6 de febrero, multitud de expertos apostaban por que finalmente la institución bajase el precio oficial del dinero hasta el 0,1%, que es el listón que los economistas denominan “cero técnico”.
¿Por qué no decidió el BCE utilizar esta última bajada posible de tipos en su reunión? Las explicaciones posteriores ofrecidas por Mario Draghi, su presidente, se centraron en transmitir el mensaje de que hasta que las cosas no estén más claras y asentadas en los mercados financieros, el banco seguirá atento a las circunstancias, dispuesto a intervenir cuando sea preciso, pero sin dejarse llevar por prisas ni arrebatos. Lo cierto es que poner de acuerdo a los consejeros del BCE es una tarea difícil, como lo era el día 6 tomar una decisión que dejaba sin más munición al banco, justo en un momento en el que el Tribunal Constitucional de Alemania tenía pendiente de publicar su resolución sobre las compras selectivas de deuda pública de países miembros del euro por parte de la autoridad monetaria europea.
La respuesta del alto tribunal alemán no se hizo esperar demasiado. Vio la luz a las pocas horas de la reunión del BCE, en la mañana del viernes día 7. Los magistrados tenían ante sí la difícil decisión de juzgar si los denominados Outright Monetary Transactions, conocidos como OMT, suponen una vulneración de la Constitución Alemana. Si el tribunal decidía que estos OMT (compra de deuda pública de países de la zona del euro) suponen de hecho una financiación encubierta de los presupuestos de los Estados, la Constitución germana podría verse vulnerada, ya que prohíbe al Gobierno alemán dar dinero a una institución (el BCE) que a su vez financia a otros Estados sin una legislación adecuada. Además, esto podría vulnerar el tratado fundacional del propio BCE, cuya misión no es financiar a los Estados, sino mantener a raya los precios en la Eurozona.
¿Qué hizo el Tribunal Constitucional alemán? Pues pasarle la pelota al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que ahora tendrá que ser la institución que juzgue si estas compras de deuda pública suponen o no financiación encubierta de los Estados. Desde el BCE, un comunicado oficial se limitaba a “tomar nota” de la decisión del tribunal germano y recordaba, eso sí, que en su opinión la compra de deuda pública sí entra dentro de su mandato. Eso ya lo explicó Mario Draghi en 2012, cuando puso sobre la mesa que el objetivo de estabilidad financiera facultaba al BCE para poner en marcha el programa de compra de deuda que entonces se llamó oficialmente Securities Markets Programme (SMP). El Banco Central Europeo lanzó entonces la compra de bonos de deuda pública de los países periféricos (España, Italia, Portugal y Grecia) que pararon la escalada sin control de las primas de riesgo y, tal y como afirmaba el presidente del BCE meses después, salvó de hecho al euro como moneda de referencia.
Este programa pasó a mejor vida en septiembre de 2012, cuando el BCE se inventó el siguiente, el OMT, que esta vez, a diferencia del anterior, tiene como principal virtud que en teoría es ilimitado. Desde su aprobación nunca ha sido usado, porque ninguno de los países a los que pretende defender ha necesitado echar mano de compras masivas de deuda pública por parte del BCE para contener dentro de límites razonables las primas de riesgo. A pesar de ello, de que no se haya utilizado, su sola existencia como posibilidad ha expulsado del mercado del euro a los especuladores destructivos, los que jugaban a bajadas de la moneda única europea en cortos plazos de tiempo, y ha dado paso a inversores a largo plazo, también especuladores seguramente, pero esta vez constructivos, puesto que lo que están haciendo es comprar deuda pública y ayudan así a financiar los presupuestos de los Estados afectados.
El círculo vicioso de la deflación.
Ahora, según los últimos datos de la Oficina Estadística de la Comisión Europea (Eurostat), la inflación conjunta de los 17 Estados que tienen al euro como moneda quedó en el 0,9% en tasa anual al terminal 2013, después de que en diciembre, un mes tradicionalmente inflacionista por las compras de Navidad, los precios al consumo hubieran subido un exiguo 0,3% en la zona del euro. Esto ha alejado notablemente la tasa de inflación del objetivo que tiene el Banco Central Europeo, fijado en el 2%. Y lo que es más peligroso es la posibilidad de que algún país entre en una secuencia de decrecimiento de precios (deflación), que complicaría notablemente la recuperación del resto y podría terminar por dañar a la moneda única.
El BCE sabe que esto no puede –o no debe– ocurrir, porque la deflación crea un círculo vicioso de difícil solución. Si los precios bajan en lugar de subir, el margen de las empresas cae y el peligro de recortes salariales o de plantillas se acentúa. Esto a su vez provoca un menor consumo y una capacidad más escasa de empresas y familias para endeudarse, debido a la caída de las rentas disponibles. A menor consumo, menos ventas y nuevas presiones a la baja sobre los precios, y vuelta a empezar el círculo. ¿Cómo se arregla esto? Los japoneses han tardado décadas. Los estadounidenses lo han hecho mediante un generoso riego de dinero en la economía. Las inyecciones de metálico puestas en marcha por la Reserva Federal (Fed), que ahora ha comenzado a recortar poco a poco, han logrado que Estados Unidos no cayera en la deflación, aunque hay economistas y expertos que están en contra de este tipo de medidas de insuflar liquidez en el sistema económico como solución para forzar la recuperación.
Artillería pesada.
Los OMT inventados por el BCE son un mecanismo para inyectar dinero, ya que lo que hacen es adquirir deuda pública en el segundo mercado (se la compran a los bancos o inversores, no directamente al Estado) y a cambio da dinero en metálico. Es ciertamente lo que los expertos llaman artillería pesada en manos del Banco Central Europeo como mecanismo para detener el deterioro de los precios, e incluso para animar a los bancos a dar créditos.
Las entidades financieras dicen que todavía quedan algunos trimestres antes de que la incipiente recuperación anime a las empresas y familias a gastar e invertir. En ese momento será necesario que los bancos puedan dar dinero, pero antes también tendrían que abrir el grifo. ¿Tiene el Banco Central Europeo alguna herramienta intermedia que pueda utilizar? Desde la institución se ha barajado varias veces la posibilidad de comprar a los bancos carteras de créditos a cambio de las cuales les daría dinero en metálico. Esto permitiría a las entidades financieras dar más préstamos con el dinero recibido, que además será muy barato.
Otra medida que algunos consejeros del BCE han sopesado en los últimos meses para forzar a la banca a invertir el dinero del que disponen es penalizar sus depósitos. El Banco Central Europeo mantiene ahora los depósitos de los bancos privados de la zona a interés cero. No paga por ellos. Pero algunos altos cargos del BCE se han planteado penalizarlos. Es decir, exigir a los bancos que le paguen un tipo de interés al propio BCE por dejar el dinero. Es como si una familia tuviera que pagar al banco por dejarle sus ahorros en una imposición a plazo. La familia puede guardar el dinero debajo del colchón, pero los bancos no. En esa tesitura, o ven aumentar sus gastos financieros por lo que tendrían que pagar al BCE, o deciden tirar para adelante y comenzar a abrir el grifo de los préstamos.
Pero también entra en juego la incertidumbre que atenaza al sistema financiero, que este año va a tener que pasar un nuevo examen de esfuerzo y someterse a nuevas medidas regulatorias que incrementarán el coste de los préstamos. Esto se explica porque los bancos, para mantener los niveles de solvencia que les exigen las nuevas normas contables, tienen que apartar capital por cada nuevo préstamo que dan, y eso disminuye el margen, ya de por sí escaso por los tipos de interés tan bajos que tienen las economías occidentales.
De lo que no hay duda es de que el BCE sigue contando con munición que podría utilizar en caso de necesidad para defender la estabilidad financiera de la Eurozona. Otra cosa es si hará falta que la use o no, y en caso afirmativo, en qué plazo. De momento, el Tribunal Constitucional alemán tiene que pronunciarse el 18 de marzo próximo sobre si el nuevo mecanismo europeo de salvamento de bancos en apuros (el MEDE) se ajusta a los mandatos de la Carta Magna germana. Para el día siguiente, 19 de marzo, Mario Draghi tiene ya convocada una reunión para estudiar los pasos a seguir por el BCE en los meses siguientes, y no solo en los tipos de interés.
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