Con el 11-M no se juega
Los actos en recuerdo del 11-M nos han regalado el alivio de comprobar que la miseria política no es eterna.Y que el dolor no tiene ninguna virtud para el que lo intenta manipular. Doce años después de que nos desangráramos con la cadencia de la explosión de las bombas, hemos dado un paso en la normalización juntando a instituciones y familiares de víctimas, sin mirarnos la etiqueta de la chaqueta. En España podemos ser ejemplo de muchas cosas, pero desde luego no de gestionar los atentados de Madrid. Lejos de darnos un camino claro y honesto por el que discurriera el desgarro de las víctimas, se jugó con los efectos electorales de la masacre hasta extremos que abochorna solo recordarlos, con un gobierno y el partido que le sustentaba, con su candidato al frente, jurando sobre los cadáveres que era obra de ETA, por el cálculo que hacían de que si no era nuestro terrorismo autóctono las urnas les serían contrarias. Fue muy grave, pero superable si no se hubieran empecinado durante años en agarrarse a un clavo que no existía y trasladar a la población y a las familias dudas ficticias que multiplicaban el dolor e impedían avanzar, enfrentaban a todos con todos, aislando a los padres de los demás padres y a ciudadanos de sus vecinos. La semana pasada esta revista facilitó imágenes de la boda de Trashorras, el que vendió la dinamita. La relevancia no está en el vídeo, sino en que los terroristas tuvieron que retrasar la fecha del atentado para que el minero volviera de viaje de novios. Significa que preparaban la masacre para febrero, no para tres días antes de las urnas, salvo que alguno defienda que Rubalcaba le pagó el convite a Trashorras.El uso torticero que se hizo, posteriormente, con las víctimas de ETA para lanzarlas contra el Gobierno fue, también, como para poner una medalla a sus autores intelectuales. Hoy celebramos el fin de ese terrorismo y pronto su disolución gracias al esfuerzo de todos, incluido ese Zapatero al que le sacaban en procesión los muertos de ETA con el fin de socavarle como político. Pero hay que mirar al futuro. A ver si el año próximo, en lugar de varios actos dispersos hacemos uno central y al nivel que se merecen las víctimas.
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