Cincuenta años de amor, arte y depresión
Un libro y un filme dan fe de una pareja con gula por el buen gusto.
Pierre Bergé e Yves Saint Laurent.
Fondation Bergé-YSL
A Yves Saint Laurent le hubiera gustado que le enterrasen como a un faraón, rodeado de las montañas de objetos que acumuló. Sus goyas, sus Fabergé, sus adamascados, su perro preferido.Eso cuenta al menos Pierre Bergé, el que fuera su pareja y cerebro de su empresa durante 50 años en Cartas a Yves (Elba), el libro que recoge las misivas que le escribió tras la muerte de Saint Laurent en 2008. Desechada la opción A, Bergé optó por la B: vender todas las obras de arte, muebles y objetos que acumularon juntos.
La subasta del siglo
Lo hizo a lo grande en una subasta pública que despachó hasta 700 piezas (cézannes, mondrians, picassos) y recaudó 373 millones de euros. El proceso, que tuvo mucho de purga para Bergé, queda reflejado en el libro de cartas y en el documental Amor fou, que pudo verse el año pasado en el festival de San Sebastián. Ambas pintan a una pareja que parecía no tener más remedio que mantenerse unida.
Se conocieron cuando Saint Laurent apenas tenía 21 años. Era espigado, talentoso e irresistible. Ya le llamaban el nuevo Dior. Bergé dejaría a su pareja de ocho años para seguir a aquel dandy del que le separaban muchas cosas.
Uno, Bergé, era ateo y anticlerical; el otro, Yves, supersticioso y fetichista. Uno tendría que volverse especialmente sólido para que el otro pudiese mantenerse gaseoso. Uno tendría que llevar los negocios para que el otro creara.Aunque las cartas están escritas desde un duelo imposible de mitigar, Bergé no ahorra en tintas oscuras a la hora de pintar cómo fue la vida de aquella pareja. Saint Laurent pasó los últimos 25 años de su vida hundido en la depresión, una bruma de la que salía un par de veces al año, cuando le aplaudían tras los desfiles.
También se sucedían los amantes, ninguno de los cuales hubiera cargado con el peso que llevaba Bergé. Antes de la subasta, el viudo se lleva una rabieta: en una exposición sobre Warhol que se preparaba en el Grand Palais de París pretendían poner el retrato de Yves bajo el epígrafe de “Glamour”, mezclado en “todo ese revoltijo de la moda”, que decía Saint Laurent. Bergé se indigna y se lleva sus warhols. Lo de Yves era otra cosa.
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