Cae una red que blanqueaba en locutorios dinero del narcotráfico
La policía calcula que han podido lavar 100 millones de euros en dos años | Hay 28 detenidos, la mayoría dominicanos | El líder de la trama era apodado El Terrible por su carácter
Una de las oficinas desde las que se enviaba el dinero.
Álvaro Hurtado
Las ganancias de los narcos rumbo a las tierras de cárteles colombianos y dominicanos, ocultas y seguras entre remesas de camareros, albañiles, cuidadoras…
Hasta 100 millones de euros en divisas de la droga se fugaron del país desde los locutorios de la empresa Real de Envíos. Un centenar de agentes de la Policía Nacional desarticularon el pasado lunes la red y detuvieron a sus 28 integrantes, casi todos dominicanos.
El líder de la banda era Jorge Luis P. P., El Terrible, dominicano de 35 años y muy conocido en los círculos de delincuentes de la capital. Junto a su mujer Minerva habían creado en 2008 la clave del entramado, una empresa gestora de trasferencias.
“Cada persona que envía dinero a su país tiene marcado un máximo al trimestre de 3.000 euros. Si enviaban 300 o 400 euros al mes, la banda completaba el envío con el dinero de los traficantes hasta el límite legal”, señaló el responsable del Grupo de Blanqueo de Capitales al mando de la operación. Con este modus operandi, los agentes han tenido que analizar 259.000 transacciones en las que se había camuflado el dinero negro.
Para captar más envíos legales con los que dar cobertura al dinero de los narcos, El Terrible bajó las comisiones a sus clientes hasta reventar literalmente el mercado de los envíos de dinero. Muchas de las empresas que ya existían no pudieron combatir los precios y se vieron obligadas a cerrar. Mientras, la red se enriquecía cobrando a los traficantes el 2% de los envíos que realizaban. La trama había llegado a un punto en el que tenían que adquirir un locutorio cada semana para realizar todos los envíos.
El Terrible acudía cada mañana a una de las 14 oficinas desde las que se lavaba el dinero. No llamaba la atención. Vivía en un piso próximo a la glorieta de Cuatro Caminos, en cuyos alrededores se ubicaban varias de las oficinas ahora clausuradas.
Su estilo de vida era el de cualquier persona de clase media, pero su cuenta engordaba como la de un empresario de élite. Jorge se encargaba de controlar el dinero que entraba en las oficinas y de repartirlo entre las remesas.Dinero que no llega
Varios clientes de Real de Envíos se acercaban ayer por las oficinas. Las últimas remesas enviadas a sus familiares no habían llegado. “Envié el dinero la semana pasada, pero ayer hablé con mi madre y no había recibido nada. Hoy me encuentro la oficina cerrada”, comentaba un hombre frente a una sucursal de la calle de Almansa.
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