Berlusconi se ajusta la corbata
El líder opositor prepara su asalto al poder y, mientras el presidente trata de solucionar la crisis, amenaza con llevar a millones de manifestantes a Roma si no convoca elecciones
La espantada del ministro de Justicia italiano Clemente Mastella y el vacío de poder generado tras el no del Senado a la gestión del Gobierno presidido por Romano Prodi han engomado la despedazada Casa de las Libertades, la coalición de centroderecha italiana, que entró en una crisis profunda a finales del pasado año y que parecía herida de muerte hasta la reciente dimisión del Professore.
Berlusconi supo mantener unidos, pese a las profundas discrepancias tanto en las formas como en los programas, a los partidos que formaban parte del bloque conservador. Instalados en el Gobierno, todo iba bien o, al menos, lo parecía. Pero en las pasadas elecciones, Prodi se aupó al poder y, acto seguido, la maquinaria parlamentaria del centroderecha entró en erupción con el objetivo de minar el nuevo Ejecutivo.
Los intentos de sacar adelante reformas o proyectos se convertían en sucesivas mociones de confianza para Prodi, incluido el debate sobre la ley presupuestaria en la Cámara Alta, donde el centroizquierda contaba con una débil mayoría. Todas las argucias del Cavaliere resultaron vanas, pero esta última saturó la paciencia de sus aliados, quienes vieron lejos la caída de Prodi y la convocatoria de elecciones que había predicho para noviembre Berlusconi, culpable a sus ojos de una estrategia opositora fallida.
La marcha sobre Roma
La Casa de las Libertades parecía, a finales del pasado año, una experiencia fracasada, percepción que se encargó de robustecer el propio Cavaliere cuando presentó por todo lo alto su nuevo juguete electoral: el Pueblo de la Libertad, una futurible formación política en la que se implicaron fuerzas menores, pero que ha tenido que frenar en seco su asamblea constituyente, prevista para marzo, en vista del escenario abierto por el ocaso del segundo gobierno Prodi.
Berlusconi brama ahora con ahínco la llamada a las urnas y amenaza con una marcha de “millones de italianos” sobre Roma para pedir elecciones si el presidente, Giorgio Napolitano, opta por un Ejecutivo técnico que tendría como finalidad la reforma de la ley electoral.
La principal misión de este gabinete de transición sería aprobar un texto que garantizase la estabilidad del país y evitase que los pequeños partidos pudiesen acceder al Parlamento con un porcentaje pírrico de votos y practicar, instalados en el hemiciclo, el chantaje político a las formaciones mayoritarias.
La experiencia del Udeur de Mastella, que tras verse envuelto en un presunto escándalo de corrupción le retiró el apoyo a Prodi, parece haber sido suficiente. Aunque Berlusconi, sus aliados y, por descontado, las siglas menores no están interesados en la tramitación de una ley electoral que dilataría la convocatoria de elecciones.
¿El motivo? Il Cavaliere asegura que posee encuestas que certifican su victoria si ahora se celebrasen unos comicios, sus antaño compañeros de viaje ya comen con los ojos su porción de tarta gubernamental correspondiente y las formaciones marginales son conscientes de que con una nueva ley están condenadas a desaparecer del mapa. Hasta el Partido de los Comunistas Italianos, que forma parte de La Unión, la coalición de centroizquierda, abraza estos días el metacrilato.
Il Cavaliere ya está en campaña
Para Berlusconi, corren tiempos de precampaña. Lo mismo piensan el ideólogo de la separatista y xenófoba Liga Norte, Umberto Bossi, así como el líder de Alianza Nacional, Gianfranco Fini. “No se crea un Gobierno para hacer una ley electoral, sino para afrontar las verdaderas cuestiones”, dejó claro el número dos de la Casa de las Libertades.
Por su parte, la Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro (UDC), cuarto puntal conservador y hasta hoy alejado de la coalición, se ha mostrado este lunes cauta y, tras inquerir al presidente de la República sobre las posibilidades reales de formar un gobierno de entendimiento entre ambos polos, abogó por “un gobierno de pacificación entre gente responsable del centroderecha y el centroizquierda”. Pierferdinando Casini, líder democristiano, dejó claro que “si no pudiese ser así, convoquemos elecciones rápido sin estafas ni transformismos”.
Napolitano no lo tendrá fácil. Tras escuchar la pasada semana a los partidos con escasa representación y hacer lo propio hoy con los medianos (Refundación Comunista, Liga Norte y UDC), este martes es el turno de los dos grandes, Forza Italia y Partido Demócrata.
Todos ellos le terminarán planteando tres alternativas: un Gobierno fugaz que apruebe la ley electoral y convoque elecciones antes del verano; un Gobierno que dure al menos un año y sirva para sacar adelante, además del citado texto, nuevas disposiciones que refuercen la figura del primer ministro antes del voto; y un flamante Gobierno salido de las urnas, o sea, elecciones aquí y ahora.
La tercera opción es la que elegirán Berlusconi, Fini y Bossi, lo que significa (a falta de reconducir a la UDC hacia la derecha) que todos quieren volver a la Casa de la Libertad. Porque como la de una, no hay ninguna.
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