Barcelona Punk
Tres libros repasan la historia de la eclosión de esta subcultura en la Ciudad Condal entre 1979 y 1986
Rosa y Strong, Último resorte.
LIDIA DELGADO/ARCHIVO STRONG
Ellos vinieron del ruido. Otros, los que decían que venían “d’un silenci“, han hablado mucho y han ocupado portadas durante muchos años. Pero el punk de Barcelona, que nació en solares abandonados y locales subterráneos, al fin arma barullo en las librerías.
“Con los teléfonos de las antiguas cabinas de Telefónica fabricamos nuestros primeros micros. (…) La batería era lo más fácil . Lo que mejor sonaba era una caja metálica tipo galletas de Andorra”. Loli, de HHH.
“Barcelona salía del franquismo y era súper bonito. La gente veía un punki por la calle y salía de los bares a mirarlo o paraban los autobuses. Era súper agresivo, en el sentido de una provocación muy fuerte”.Javier Ribas, Dimony, Attak.
“El Boliche tenía la costumbre de ir pasando un vaso de plástico pidiéndole a la peña que escupiera dentro. Llenaba el vaso hasta los topes y luego se lo lanzaba al cantante. Todo eso llegaba del punk inglés”.Jordi, de Anti/Dogmatikss.
¿Punk en Londres?
En Barcelona, la chavalada compraba chapas de “Nucleares no” o de Naranjito y pegaba encima etiquetas de las bandas de su barrio, pintaba los zapatos de punta siseados a su primo con Titanlux blanco, cogía prestadas las chupas de cuero de sus padres para garabatear con Tipp-ex siglas indescifrables, compraba collares de perro en tiendas de animales domésticos ante la mirada asustada de la dependienta: “¿De qué raza es el perro?”, debía pensar. “Punk”, contestarían ellos.
En 1979, un lustro después del parte de “las heces en forma de melena” del lampiño dictador, la ciudad era un kaos donde la subcultura crecía como la maleza: espontáneamente.
Faltaban cinco años para que Tierno Galván, alcalde de Madrid, dijera: “¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque… y al loro!”. De todos modos, el punk catalán nunca gozaría (quizás tampoco lo quería) de ese apoyo político.
La juventud engullía anfetas como el Monstruo de las Galletas y esa energía extra se canalizaba en discos autoeditados, conciertos autogestionados, peleas y una música acelerada que era el sonido de la primera subcultura ibérica a tiempo real. Jordi Llansamà, activista incansable, cabeza detrás de la longeva discográfica independiente BCore y chavalín en aquellos primeros impases del punk condal acaba de lanzar al mercado Harto de todo. Historia oral del punk en la ciudad de Barcelona, un trabajo enciclopédico, titánico y necesario que combate el olvido derivado de la ingesta masiva de alcohol y fármacos de receta falsificable.
Música, drogas, ropa y un modo de vida que veía en la creación, pero también en la autodestrucción, un modo de resistencia ante un país que, pese a la transición, ha seguido siendo gris para muchos.
“Me interesaba más hablar de la gente que de la música en sí”, apunta Llansamà. Así que el libro se cimenta en la memoria colectiva de la primera generación que usó su cuerpo (y su música) como pancarta.
“Ir con una chaqueta u otra te podía costar una paliza. Los diarios de la época lo veían como algo exótico y lo reducían a disturbios”, añade.
El libro casi tiene el olor de la cerveza rancia y estancada en las paredes de los locales de ensayo. Los personajes (y personas) que desfilan por él con pintorescos motes guardan una historia que los medios de la época no alcanzaban a entender. “No te comprendían tus padres, pero es que te zurraban los delincuentes o los quillos de los pueblos”, apunta el dueño de BCore.
Esta enciclopedia tiene mil miserias íntimas, pero también situaciones descacharrantes y momentos épicos y simbólicos (ejemplo: el concierto que, con una bandera anarquista y una española en el escenario, fue la piedra de toque de la división entre skinheads y skins neonazis).
El libro acaba en 1987, meses después de que alguien dijera el nombre de aquella ciudad caótica y efervescente en la ciudad de Lausana. Después de la adjudicación de las Olimpiadas, todo cambiaría. La borrachera colectiva e institucional amnesiaría esta rebelión popular. Estos libros prueban que aquello, nuestro punk, no fue ni una pesadilla ni un sueño juvenil.
‘Harto de todo’
Jordi Llansamà
Un tomo llamado a convertirse en la biblia del punk condal. Versión barcelonesa del legendario Por favor mátame, que aborda el mismo tema en EE UU, utiliza las voces y vivencias de los protagonistas. Bandas como Último resorte, Shit S. A., Subterranean Kids o Skatalà, medios como Radio Pica y protagonistas y entusiastas anónimos con mucho que explicar.
‘Que pagui Pujol!’
Joni D.
La ciutat invisible
Ya por la segunda edición, el editor del fanzine NDF y cantante trenza una personalísima visión de la eclosión del punk en la capital catalana. Radios libres, canciones de menos de tres minutos, drogas y evolución personal. Bautizado con el título de un disco de culto de la banda L’Odi Social y escrito con rabia e intensidad a raudales.
‘Odio obedecer’
Xavier Mercadé
Quarentena
Los asiduos a los conciertos de Barcelona lo han visto mil veces en primera fila. Sin embargo, Mercadé, referente de la fotografía musical catalana, explica aquí en primera persona, con vivencias, textos e imágenes, esa época caótica. Las bandas, sí, pero tan importantes como ellas, las caras de un público que subía y bajaba del escenario y que no paraba quieto.
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