No conozco personalmente al delantero alemán Lukas Podolski y no sé de él mucho más que lo poco que he tenido ocasión de verle jugar en un campo de fútbol. Desconozco, por tanto, si aparte de su evidente talento futbolístico practica con inteligencia autoparódica un ingenioso sentido del humor. En la Eurocopa de Austria y Suiza de 2008, tras un partido del combinado alemán, atendió a la prensa y pronunció una frase que desafiaba toda lógica: “El fútbol es como el ajedrez, pero sin dados”, dijo, según recogió entonces Der Spiegel, que en seguida emparentó el aforismo con otras grandes perlas retóricas labradas por futbolistas, como la célebre de Franz Beckembauer “solo hay una posibilidad: victoria, derrota o empate”.
La reacción inmediata de la prensa alemana tras aquellas palabras de Podolski fue asumir que el futbolista no tenía la más mínima idea del reglamento del ajedrez y en un irreflexivo empeño de equiparar la complejidad del fútbol con la de ese otro deporte intelectual, hizo el ridículo de forma estrepitosa. Pero el axioma es tan desquiciadamente absurdo que me inclino a pensar que se trata de una genialidad incomprendida: una declaración dadaísta que niega la mayor -fútbol es fútbol, no le deis más vueltas: no es ninguna ciencia- y retuerce con ironía el estereotipo de que el deportista, por definición y salvo escasas excepciones, es un analfabeto. La mía es una hipótesis subjetiva, poco fundamentada y probablemente errónea, pero es necesario contemplarla.
En cualquiera de los casos -tanto si es una broma elaboradísima como una desacomplejada demostración de desconocimiento- lo que Podolski pretendía explicar es que el desarrollo del deporte al que se dedica profesionalmente está regido por una estrategia intelectual -la táctica, la disposición sobre el campo, el ensayo-, pero depende fundamentalmente del azar en una variabilidad infinita incomparable a las limitadas combinaciones que proporcionan los dados: es un deporte que puede estudiarse y ejecutarse metódicamente como el ajedrez y que requiere grandes dotes de reacción y de improvisación. Que unas veces se gana sobradamente y otras se pierde de forma escandalosa, en definitiva, porque el fútbol no son matemáticas y porque los deportistas no son infalibles androides. Una obviedad, al fin y al cabo, que la prensa deportiva tiende a olvidar en juicios e interpretaciones que avergonzarían al mismísimo Lukas Podolski.
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