¡Ay de la Justicia!
No me gustan los linchamientos. En el revuelo siempre paga algún inocente. Tampoco me gusta el linchamiento de los culpables, porque les convierte en víctimas, y a nosotros en verdugos.
Y porque, además, es un ejemplo de la genética más bárbara. Ya casi no asistimos a linchamientos físicos, mortales. Hace siglos que la civilización inventó una modalidad si cabe más sofisticada y cruel, el linchamiento de la opinión pública, sumamente perfeccionado en los nuevos tiempos. No me gusta el paseíllo, manifestación grotesca del enterramiento de la presunción de inocencia, hito máximo del circo mediático más sanguinolento. Tampoco el espectáculo, ni la aceptación natural de la humillación como metodología cotidiana de la maquinaria justiciera. Hemos convertido a los tribunales en pasarelas y a la Audiencia Nacional en el templo de la escenografía judicial.
¡Ay, la Audiencia Nacional, probablemente el tribunal al que más sentencias le revocan instancias superiores! ¡Ay de la Justicia española, el único poder real del Estado que no ha hecho la Transición, convertida hoy en uno de los más graves lastres de la recuperación económica y en causante destacado de nuestro descrédito como país! Bernard Madoff, en seis meses juzgado y condenado. Aquí, decenas de cajas amontonadas sin abrir con documentación del caso Gürtel. Inseguridad jurídica para las inversiones, indefensión ciudadana. ¿Y la política? ¿Qué ha hecho la política para evitar este estrepitoso fracaso que afecta al corazón del sistema? Decir nada es mucho. Tiritas contra una severa hemorragia de prestigio y calidad. Ni nuevo proceso penal, ni reforma del modelo de selección de candidatos a las altas instancias judiciales… Cero. Otro fracaso. Y de los más serios y dañinos.
Comentarios recientes