Arte y crimen de la mendiga
Es casi seguro que los tres muchachos que agredieron y luego prendieron fuego a una mendiga en el recinto de un cajero automático que ella había convertido en refugio ocasional…
Es casi seguro que los tres muchachos que agredieron y luego prendieron fuego a una mendiga en el recinto de un cajero automático que ella había convertido en refugio ocasional no planeaban ni intentaban matarla, pues incluso ellos tenían que saber que en esos ámbitos hay siempre un circuito cerrado de vídeo que filma y proyecta en una pantalla cuanto allí ocurre.
De manera que se trata de un caso de homicidio involuntario con agravantes, pero culparles de asesinato sería cometer un grave error y una grave injusticia.
De la baja calidad de las almas de esos chicos los responsables son ellos mismos, pero no exclusivamente. Alguna responsabilidad tendrán sus padres y educadores en que hayan crecido con tan severas limitaciones o taras en cuanto a empatía, compasión y respeto hacia los mayores y más indefensos, que son o deberían ser elementos básicos de la educación.
Crímenes parecidos los imaginaron y narraron la literatura, el arte y el cine. Recuerdo ahora a los gamberros británicos de “La naranja mecánica” y al yuppie de Manhattan de la más reciente “American Psycho”. El cajero donde se cometió el crimen era de La Caixa. El crimen de la mendiga me ha recordado dos vídeos de los fondos del Centro Pompidou que acaban de exhibirse en la antológica de la Fundación de ese banco. Se trata de dos obras espléndidas: “Ahora eres un Martial Raysse”, de Martial Raysse, e “Interfaz”, de Peter Campus. Ambos circuitos cerrados invitan al espectador a verse, y a reconocerse, desde un punto de vista insólito, como un ser ajeno, fantasmal e inquietante, que irrumpe en ámbitos extraños. La muerte de la mendiga en un cajero nos cursa parecida invitación.
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