Apuntes al fin de semana
Es natural que a estas alturas, cuando apenas falta un mes y medio para que comience la feria de Salamanca, se hable de vez en cuando de si vendrá o no vendrá Enrique Ponce, (que es más que un torero como dicen los poncistas , o sea, torero y pico , como aseguran quienes no lo son tanto).
Ha habido hule durante el mes de julio, pero en esto como en todo, hay que distinguir entre unas cogidas y otras. Las de sangre, ya se sabe; partes facultativos que casi asustan, o asustan sin el casi, y percances que parten huesos y resultan verdaderamente temibles. De las primeras, resulta que el torero vuelve a los ruedos a las primeras de cambio, pronto. En cambio, de las volteretas que han afectado algún hueso, ya es otro cantar, cuesta más tiempo reponerse el todo. Se impone esperar. Llevan tiempo. Pueden incluso cortar una temporada. No sería la primera vez. El torero valenciano, ya lleva un tiempo parado y, que se sepa, nadie se atreve a hablar con plena seguridad de una fecha para volver a torear. żLlegará a tiempo para hacerlo en La Glorieta?
A quienes, con más o menos fundamento, piensan que puede tocarles la lotería de una sustitución, los dedos se les hacen huéspedes, como es natural. Los afectados, piensan, con la mejor intención del mundo, que esas cosas de huesos hay que curarlas bien, porque son muy traicioneras . ĄA ver! Aquí, el que no corre, vuela.
Pero hay otros, que ni por esas. Por ejemplo el malagueńo Martín Antequera, de quien me habla su mentor Antonio Acosta porque dice, parece que le ha mirado un tuerto. Su camino está siendo demasiado difícil y todo parece contribuir a que los problemas no cesen o, lo que es peor, aparezcan cuando las apariencias eran las de haber conseguido un contrato. Esos problemas se traducen en que a uno le quiten del cartel casi cuando éste está ya pegado en las esquinas.
En estos casos hay que recurrir a los traidos y llevados imponderables, pero efectivamente eso no le consuela a nadie y menos al afectado por la sorpresa de que alguien diga digo cuando antes había dicho Diego.
No es nada nuevo en el toreo que pasen estas cosas, que siempre ocurren con los no poderosos, con los toreros que llamamos modestos, pero el hecho de que no supongan novedad, no equivale a que haya que darlos por buenos. Informalidad se le llama a esa figura, e indignación y desencanto es lo que naturalmente traen como consecuencia.
Alberto Martín Antequera es un torero de los que no se arruga, y su mentor, Antonio Acosta, un hombre al que las adversidades no han conseguido abatir. Todavía recuerdo una actuación del antequerano en Las Ventas en la que, a sangre y fuego, cortó una oreja de las que se caen por su propio peso.
No cabe duda que el matador merece mucho más de lo que hasta ahora tiene, y tampoco admite duda que esas informalidades, y no digamos el indigno veto de algunos compańeros, dicen muy poco (nada más bien), en favor de quien de desdice y de quien se cruza en el dificultoso camino de un compańero.
Parece mentira que algunos peones actúen como actúan, con la mayor naturalidad del mundo, sin que se les caiga la cara de vergüenza. Me refiero a lo que en tiempos califiqué como cuadrillas mendicantes , aludiendo con esa expresión a las órdenes religiosas que vivían de eso, de la mendicidad y de los frutos que obtenían de las buenas gentes.
Compruebo que siguen en sus trece, especialmente aquellos a los que puede considerarse especialistas de esa innelegante actitud, que nada tiene que ver con lo taurino. Falta de respeto se le llama a eso, porque a ver:
Primero: Si estuviera actuando en una plaza con palcos, żse atreverían a arengar al público y presionar al presidente para conseguir una triste oreja para su matador? Probablemente no (Ąaunque cualquiera sabe!) y siendo así, żqué conclusión se obtiene? Pues sencillamente que para ellos la plaza en la que practican ni merece la pena tenerla en cuenta.
Segundo: Provocando al público como lo hacen, de manera ostentórea , en favor de su jefe, żqué clase de favor piensan que le están haciendo, y qué respeto muestran tenerle al matador? Ni favor, ni respeto, evidentemente, porque ni las orejas se deben cortar por favor especial, ni al espada se le puede hacer de menos de forma tan escandalosa, dando a entender a todo el mundo que sin su petición mayoritaria no sería capaz de comerse una rosca.
Tercero: żQué aprecio le tienen a su profesión, a su dignidad de toreros, al prestigio de una profesión que aseguran defender a capa y espada, considerándola maltratada…, por los demás? Ninguno que se sepa. Si el torero es grandeza, como típica y tópicamente se asegura, ellos (los más obligados a respetar una profesión que da la casualidad que es la suya), demuestran que se lo pasan todo por el arco de triunfo (toreo y grandeza ), y que les importa un bledo todo cuanto signifique seriedad, rigor y exigencia.
Deberían de tener muy en cuenta estos comportamientos suyos, porque con ellos desprecian a una plaza, empequeńecen a su jefe y ridiculizan el oficio del que viven (con actitudes que, ni hartos a vino, se les ocurriría sacar a relucir en otros sitios).
Es grotesco sencillamente que exijan respeto por parte de los demás. Si ellos (obligados a respetarse a si mismos), son los primeros en hacer ver que todo vale y que qué más da, żcon qué cara pueden pedir a los demás que se les considere?
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