Andalucía o el fin de un modelo (de partido)
Qué bien: los socialistas se van al carajo. Qué contentos se muestran algunos ante la expectativa de un PSOE cuyo derrumbe se confirme en las elecciones andaluzas.
Vale, puede que se lo hayan ganado a pulso. Pero los que manifiestan tanta alegría por la creciente debilidad de contrapesos políticos esenciales en un sistema democrático, o son tontos o algo peor.
Dicho lo cual, la realidad es la que es, y todo apunta a que Andalucía, al igual que fue refugio seguro de los socialistas, va a ser el último capítulo de un modelo de partido que ya no es el que fue. Andalucía ha sido la reserva política y económica del PSOE. A partir de ahora Andalucía será recordada por haberse convertido en un claro ejemplo de hacia dónde no debe nunca deslizarse una organización política. Antes Andalucía era el espejo en el que todos se miraban; hoy, el clientelismo, el nepotismo y unos cuantos ismos más, junto a la mediocridad de muchos cuadros y dirigentes que han escalado en la pirámide del poder desplazando a los mejores, devuelven una imagen oscura y deformada.
Cuando se empezó a vislumbrar la trascendencia del caso de los falsos ERE escribí que este fraude organizado desde instancias oficiales se iba a convertir en el tsunami del PSOE. Los efectos que el escándalo tuvo en las pasadas elecciones autonómicas y generales fueron evidentes. Y de forma más visible allí donde gobernaban los socialistas. Lejos de tratarse de uno de esos asuntos complejos en los que las voluminosas cifras y la ingeniería financiera dificultan extraordinariamente el conocimiento del caso, los ERE falsos son una forma de corrupción muy asequible para el gran público, en cuanto a su comprensión se refiere. Los teóricos chorizos son de carne y hueso, les hemos visto crecer… y prosperar. El latrocinio y los requisitos que había que atesorar para beneficiarse del mismo son perfectamente identificables. Se trata de una corrupción cercana y, por tanto, políticamente mucho más dañina. El “por qué tú sí y yo no”, tan español, ha hecho el resto.
Una vergüenza insalvable.
Desgraciadamente para Rubalcaba y Griñán las citas electorales de 2011 no han amortizado los efectos electorales de este feo asunto. Asturias queda algo lejos del epicentro, y eso la salva en parte, pero han sido las placas tectónicas de Andalucía las responsables de un seísmo cuyos efectos continuarán tras el domingo 25 de marzo. Muchos piensan que es esta la cita electoral más adecuada para borrar la vergüenza que el Eregate, en tanto que andaluces, les ha hecho pasar. Después de treinta años de régimen, he aquí la primera gran oportunidad de ver a los socialistas fuera del palacio de San Telmo. Poco importa que haya sido en estos años cuando Andalucía ha dado el mayor salto hacia delante de toda su historia. Lo sustancial, ahora, es que la percepción general es la de un socialismo andaluz prepotente y mediocre que en la última década se ha echado a perder.
El Partido Popular se dispone a hacerse con el Gobierno andaluz. Culmina así el proceso hacia la mayor concentración de poder que un partido político español ha acaparado en democracia. Creo no arriesgar lo más mínimo al dar por hecho que Javier Arenas verá cumplido su último sueño y que será su voluntad (y la de Mariano Rajoy) la que determine la duración del vía crucis socialista. Durante un tiempo vamos a asistir a oportunas filtraciones de irregularidades detectadas en el Gobierno andaluz. Hay que distraer al personal. Pero cuidado con abusar de ese recurso, no vaya a ser que la combinación de tanto poder en manos del PP y la debilidad de la oposición acabe propiciando una aún mayor deslegitimación política en nuestro país.
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