Alfonso Díez vende sus dos casas
El viudo de Cayetana de Alba vende sus propiedades para comprarse una casa más grande. Sus allegados aseguran que Alfonso Díez necesita dinero a pesar de recibir, 14 meses después de la muerte de la duquesa, su parte de la herencia
El aún inconsolable exduque –título que nunca usó, contrastando con los cursis alardes de Jesús Aguirre– desorienta a sus íntimos. Todos, desde Carmen Tello a Teresa Pickman, se hacen la misma pregunta: “Si por fin va a heredar un dineral, 14 meses después, ¿por qué pone en venta sus dos casas a fin de comprar –y recalcan la necesidad– otra más grande, moderna y cómoda?”. Ese es el quid de la intranquilidad de su entorno sevillano, el que tanto lo protegió ante el rechazo de una nobleza añeja, aparentemente superada, y renuente a admitir los desiguales matrimonios de la gran duquesa. Ella se pasaba tales rechazos, críticas y oposición por el arco del triunfo tan generador de prole variopinta. Porque el primogénito Carlos, ya nuevo duque de Alba y reorganizador del siempre noticioso clan, apenas tiene semejanza con Fernando o la revoltosa Eugenia, que fue el ojito derecho de su madre.
Alfonso debe de estar económicamente necesitado cuando vende, en vísperas de heredar, por fin. Sus amigos recelan de las cifras proyectadas desde Liria. Oscilan entre uno y tres millones de euros. Él no les da pista limitándose a un “lo arreglaron los abogados”. Su postura de no entrometerse en un clan que lo repudia influyó para que esta Nochebuena no aceptara la invitación del recién estrenado duque de compartir con ellos lo que siempre era tradicional comida festiva.
Navidades en familia. Optó por celebrar con sus hermanos, entre ellos el aún apuesto anticuario Pedro, antaño más que guapo amigo de Jesús Aguirre en relación que daría para comedia de Oscar Wilde. Hoy un engordado Pedro solo se relaja con su perrita y la moto. La duquesa disfrutaba con estas transgresiones sociales y en aquella época nadie podía imaginar que el trepador intelectual santanderino acabaría encamado con Cayetana. “Y jodíamos cada noche”, como ella misma reconoció en uno de sus históricos alardes reivindicadores. Tenía esos arranques castizos –de algún sitio le vendrían–. A mí llegó a hacerme un corte de mangas que él con suerte aplaudió sabiendo que me detestaba, –el tiempo nos reconcilió– cuando un atardecer
coincidimos en la veneciana plaza de San Marcos cuando asistí a la botadura de Il moro de Venecia.
¿A qué viene la urgencia de sacar a la venta su piso madrileño, bastante confortable, y el chalecito de Sanlúcar, que fue un empeño de Cayetana? Se emperró en tener un sitio en la aristocrática y hermosa ciudad gaditana, menos destrozada urbanísticamente que su vecina, la maltratada Chipiona internacionalizada por Rocío Jurado. Prodigan el “¿por qué y para qué Alfonso necesita metálico para adquirir en Madrid algo más moderno, si cuentan que recibirá un fortunón?”. Apuestan, conociendo la Casa de Alba y sus apuros de metálico, que será bastante menos de lo que difunden “y acaso en cómodos plazos mensuales durante quince años”. Eso aumentaría los 1.800 que él ya percibe de su reciente jubilación como funcionario en la Seguridad Social. Todo aumentado con 2.000 euros mensuales que le pasará la fundación Casa de Alba según acuerdo de lo más previsor antes de casarse con Cayetana. Ella, consciente de que duraría menos que él y que lo ningunearían, quería asegurarle el porvenir que, de cumplirse lo estipulado, lo anunciado, le haría tener unos 8.000 euros al mes. Es el precio a la renuncia de Alfonso a cualquier tipo de título de ex, honores y derechos que le corresponderían como viudo de la hasta entonces más titulada, un récord mundial actualmente disminuido en sus once Grandezas de España, presionada para conseguir gracia a su boda tardía.
Herencia en vida. Repartió en vida. Igual hizo con sus palacios y fincas de Sevilla (Eugenia y el nieto Fernando, su preferido y ya nuevo icono de elegancia masculina relegador de los hijos de Naty), Ibiza (Fernando), Salamanca (Alfonso Aliaga), Córdoba (Cayetano) y la espectacularidad museística de Liria con goyas, rubens, cinco tizianos, varios grecos y winterhalters de la antepasada Eugenia de Montijo, y hasta un pequeño renoir que reclama el conde de Salvatierra “porque mi madre me lo dio en vida”. Y así me mostró ufano esa Dama con sombrero cuando el 28 de noviembre de 2012 organizó, con Genoveva Casanova de relaciones públicas, la magna exposición con los tesoros de los Alba. Carlos tomó posesión de Liria pero primero lo despejó del polvo y la paja que suponían los espacios privados de Eugenia, Cayetano y Fernando con que la duquesa mimaba a sus hijos para tenerlos cerca. No se anduvo por las ramas, aunque el casi regio recinto tiene setenta habitaciones y múltiples salones donde destaca la biblioteca con cartas autógrafas de Cristóbal Colón.
El tema era comentario de altura en el estreno de la mozartiana Flauta mágica donde sorprendió José María Aznar, poco aficionado a la ópera. Acudió al venteado Teatro Real a cuerpo gentil pese al bajo cero. Pero el texto calentó, porque tiene su aquel y su alocamiento podría equipararse al actual panorama político tan dislocado. Cristina Cifuentes estuvo arropada en visones blanquinegros que sorprenden engalanada su siempre exacta vestimenta rejuveneciendo lo habitual en las populares. También lo hacía una relajada y muy felicitada Ana Botella con chaquetón de visón gris y negro rayado. Y también Nuria González en tándem con su hermana y cómplice Yolanda de terciopelo azul noche. Alfonso Cortina mostró entusiasmo para el divertido montaje que recrea en pantalla el cine de Buster Keaton. Es un tributo al cine mudo como el de Raphael con la siempre discreta Natalia Figueroa, de quien sobresalía un enorme pañolón verde hasta la rodilla, mientras él aparecía embozado en capa española con vueltas de terciopelo rojo.
Poveda gusta a los políticos. Fue en el estreno de Miguel Poveda donde gustó ver a Albert Rivera acompañado de su rubia y juvenil novia. El ciudadano es tan infrecuente en los teatros como Aznar. Pedro Sánchez los frecuenta más, Mariano Rajoy ni los huele y hasta eso delega en Soraya. Rivera y su novia en negro contrastaron con los coloristas floripondios de Martirio, que vuelve a la escena, mientras Moncho Borrajo viene más rojo de lo acostumbrado y con lengua de estilete. Loles León exhibió menos kilos y lo remarcó con ancho cinturón cerca de Miguel Ríos, entusiasta del badalonés regenerador de la copla. Es su mejor voz actual aunque ahora en estos conciertos canta a los poetas antaño malditos desde Lope a Rafael Alberti que emocionaron a Chenoa.
Igual hicieron en el lanzamiento zapateril de María Teresa Campos, sin duda la que mejor viste y calza en la tele. Pisa fuerte y con garbo y lo demostró en su debut diseñador de calzado fabricado en Elche, Elda y Onteniente, donde, como en Baleares, crean para postineras firmas italianas y francesas. Modelos de tacón altísimo (de 11 a 13 centímetros), y sandalias bajas de lo más ponible. Costarán sobre 200 euros. Todos resultan elegantes y distintos, se vio en el cinco y medio negro lleno de labios rojos que llevó Terelu, o en los blancos con triángulos negros de Rocío Carrasco, buen soporte a su blou-son noir. Destacaba su rubio pelo corto como el entonado conjunto de Campos, vestida por Alejandro de Miguel en negro encaje salpicado de hilos dorados acorde con los zapatos de empeine con grandes aguamarinas y zafiros. Carmen Borrego, que empieza a dirigir la reaparición de Teresa Viejo prevista para marzo, actualiza en exteriores el “dónde, cómo y cuándo”. Destacó con estampado “regalo de mi madre por Navidad”. Combinaba con Meli Camacho, compañera asidua de María Teresa y ahora también de Bigote en sus viajes exóticos. El último fue para la Nochevieja en Dubái “donde llovió, hizo frío y no hizo calor”. Mila Santana, que es la única protestona de Sálvame ante mamoneos, y por eso más creíble, se abufandó en morados mientras Lorena Van Heerden lució sus cinco meses de embarazo. Aumentan su belleza de miss España mientras Teria Yabar lo hizo con falda pantalón y Paloma Gómez-Borrero retoma raíces madrileñas tras media vida en Roma. Contaba que “después de 30 años volví a celebrar las fiestas aquí donde vino toda mi familia italiana”. Es inefable, calidez que nunca muere y siempre agrada, igual que los cantes supersingles de Anabel y Mercedes, también grávida:
“Creímos que venía niño, acaba de moverse y descubrimos que es niña”, comentó ante María Patiño distanciándose de la prensa. Poco después la Campos y Bigote conmocionaron en su primera entrevista televisiva como pareja. Sorprendió que él descubriera que “ella es más humorista que yo”, que antes veía películas de acción y ahora solo dramas o que ella descubriera que empezaron “wuasapeando” hasta que se hartó y soltó un “soy muy mayor para quererte por WhatsApp. Eso para mi nieta”. Y ahí se afirmó la pareja que ya desbanca en portadas al Nobel y la Preysler. Emocionante.
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